(1º Parte)
- Luis Román –
“Su comprensión de la filosofía, del arte,
De la literatura, de la poesía, parecía no tener barreras.
Su actividad intelectual era rigurosamente incesante”.
Ricardo Garibay
I
Lo tuvo todo, lo que un académico puede esperar: Fue un excelente estudiante de filosofía. Su maestro el célebre José Gaos, gestionó para que la UNAM lo becara en Berlín y realizara un doctorado en filosofía nada más, ni nada menos en las aulas de Martín Heidegger.
Uranga aprendió alemán y francés, leyó “El Tiempo y El Ser” en ese idioma y más tarde “El Ser y la Nada” de Sartre. Surgía el existencialismo y era necesario estar en Europa para estar al tanto.
En la prepa se ganó el apodo de Enemilio por su erudición y su estilo cáustico. Ricardo Garibay recordaba que “era imposible estar con Uranga un minuto en silencio. Él hablaba tres, cuatro, cinco horas y uno unos veinte minutos. La relación era oral y sin tregua”.
Uranga acabó la prepa con un promedio de 8.81 y se inscribió en Medicina. Alternaba sus lecturas de Jean Léo Testut con sus lecturas de Ganivet, Unamuno, Ortega, Vasconcelos, Reyes, Joyce, Mann, Huxley. Iba del Café Colón a la nevería La Princesa y de allí a la Librería Robredo. La lechuza de la Revista de Occidente le devolvía la mirada detrás del escaparate
En México formó el Grupo Hiperón y gente de la talla de Leopoldo Zea, Luis Villorio, Rogelio Guerra, Fausto Vega, Rubén Bonífaz Nuño, Ricardo Garibay, Jorge Portilla, Fausto Vega, Salvador Reyes Nevares se aglutinaron para escuchar lo que había escrito en 1952 “Análisis del Ser del mexicano”.
Uranga seguí un tanto la ruta de Samuel Ramos y Octavio Paz en sus célebres estudios “El Perfil del Hombre y la Cultura en México” y “El Laberinto de la Soledad”
Durante esos años de estudios 1952 – 1956, el joven Uranga de 31 años, lleva un diario de impresiones sobre lo que lee y vive en Berlín. Uranga fue un intelectual al que lo mismo Alfonso Reyes, que Octavio Paz, Carlos Fuentes, Ricardo Garibay y hasta los presidentes Adolfo López Mateos, Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverría y José López Portillo le abrieron las puertas de sus revistas, editoriales y claro esta de sus chequeras.
Uranga nació en 1921, en el barrio del Carmen en el centro de la ciudad. Su padre fue un compositor que trascendió con la canción “La Negra Noche”. Estudio en el colegio Lasalle y más tarde en la escuela preparatoria No.1 y cursó un año de la carrera de medicina, misma que abandonó, y se inscribió en la facultad de filosofía y letras.
Uranga murió a los 67 años de edad, en la más completa pobreza. Fue un apasionado de las mujeres, se unió cuatro veces – al menos las que se sabe con certeza – Con cada una de ellas, formó bibliotecas majestuosas. Los libros se acumulaban en la cocina, en la sala o en cualquier parte. Nunca pudo abandonar el barrio del Carmen.
Murió sólo y su entierro fue un homenaje de indiferencia, nadie de sus amigos y conocidos lo acompañó.
La última de sus mujeres, antes de tirar todas sus cosas o de venderlas en los bazares. Encontró varios cuadernos escolares con el título “Años de Alemania 8 1952 – 1956”.
Ella donó la biblioteca que con ella formó Uranga y estos diarios a la Universidad de Guanajuato, quien resguarda desde 1991 parte del acervo de Uranga.
Adolfo Castañón – el periodista cultural ha hurgado en esos papeles y con ayuda de la UNAM y del Instituto de Investigaciones Filológicas publica esos diarios. Emilio Uranga: Años de Alemania (1952 – 1956), Ed. UNAM, México, 2021. Es fruto de esa labor de investigador de Castañón. Esta es parte de la historia de esos diarios juveniles.
II
Alfonso Reyes escribe en su Diario el martes 19 de marzo de 1957: “Volvió de Nueva York Octavio Paz; volvió de París Emilio Uranga”. Los jóvenes regresaban del extranjero a tomar el relevo.
Reyes había sido una especie de padrino y mecenas para ambos, a Paz le financió la primera edición del Laberinto de la Soledad y a Uranga, le había ayudado con dinero y había mandado libros y más libros. Uranga y Paz admiraban a Reyes por su fina prosa, su fina poesía y todo el caudal de conocimientos que tenía. “Nadie podía odiar o no querer a Reyes” había dicho Carlos Fuentes y tenía razón.
Uranga publicó sus meditaciones filosóficas sobre el mismo tema en su Análisis del ser del mexicano, que dedicó a Paz: “Las contribuciones de los poetas —como la de Octavio Paz al análisis del ser del mexicano de un inapreciable valor”.
Uranga admiró a Paz y ya en México, se creó buena fama. Su maestro José Gaos, dijo algo que durante décadas sonó como una alabanza por demás atrevida. “Es un genio como los que se dan en Europa una vez cada siglo.” Seguramente el juicio de su maestro le pesó, y quizá le estorbó. No es fácil responder a tamañas expectativas.
En México Uranga fue invitado a escribir en todas las revistas y ahí hizo un brutal artículo contra Juan José Arreola donde lo considera un artista frustrado.
“Durante aquellos días Emilio estaba de moda pues sus prestigios europeos se fortalecían con el escándalo que suscitaron las cartas que le dirigió a Gaos, publicadas por La Gaceta del Fondo de Cultura Económica y donde el discípulo en rebeldía acusaba a su maestro de haberlo engañado con imágenes idílicas de la universidad alemana”.
El 19 de junio de 1958, Paz y Uranga se reencontraron. Ambos fueron invitados a un convite que un grupo de intelectuales —encabezados por Alfonso Reyes— le ofrecieron al entonces candidato presidencial Adolfo López Mateos. En dicho evento, se hizo un “llamado a la unidad de todos los que aman a México y confían en su sino”.
En esos años, el publicista Eulalio Ferrer creó una revista literaria “Claridades Literarias” y llamó a Uranga como el director. Uranga armó su equipo editorial. Tomás Segovia fue el secretario de redacción y el gerente general fue Guillermo Olvera. La nómina de colaboradores incluía, además de Paz, a Carlos Fuentes, Roberto Blanco Moheno, Luis Spota, Ramón Xirau, Juan García Ponce, Rafael Alberti, Juan José Arreola y Marco Antonio Montes de Oca, entre otros. El primer número apareció el jueves 30 de abril, con la presentación de Uranga.
La revista tuvo escasos nueve números. Se publicaba semanalmente los jueves, hasta el 28 de junio. Segovia menciona algunos factores que contribuyeron a la desaparición de Claridades Literarias, tales como la inasistencia de Uranga y las pocas ventas.
Paz dejó de ser colaborador, vaticinando el fracaso de Uranga como director y le escribió una carta “Parto dentro de unos días hacía París. Quiero arreglar lo de mis colaboraciones en Claridades Literarias. He visto que ha cambiado el proyecto original y no sé cuáles sean sus nuevos planes. Por mi parte no he podido continuar con mi colaboración por los preparativos del viaje. No quiero despedirme sin repetirle cuánto aprecio su clara inteligencia y cómo espero que usted nos dé pronto la obra que todos esperamos”