Por. Luis Román

“El Poder del Estado,
Comienza en la calle…”

Goebbels
I

La colección ‘Rostros del Mal’ de Editorial Salvat publica el número dedicado a “Goebbels: El Propagandista del Mal”. En dicha biografía se nos presenta al constructor de la propaganda Nazi, así como el arquitecto de la imagen pública de Hitler como un hombre inteligente. Estudio tres profesiones: psicología, filosofía, letras. Lector voraz de literatura rusa, alemana y universal.
Lo mismo piso la universidad de Bonn, Wunzburgo, Fuibrujo, Munich, Colonia, Fracfort, Berlín y Heidelberg.
De baja estatura, no menos de 1.55 metros, con una discapacidad en el pie, que lo obligaba a usar calzado ortopédico. De joven deseo ser un escritor imaginativo, nunca lo logró. No tenía la habilidad para escribir, ni la imaginación. Pero esto no lo exentó de ser un buen lector de literatura e historia. Conocía a Marx, Lenin, Freud, Tolstoi, Gorki y era un admirador del arte.
Con solo la prensa y la radio, acompañado del cine, creó los mensajes que el III Reich necesitaba para que los millones de alemanes, no sólo creyeran, sino estuvieran convencidos en participar en ese gran proyecto que Hitler ofrecía.
Los elegantes uniformes negros de la SS, los majestuosos desfiles, la coreografía que rodeaba al Fuhrer, y hasta su oratoria fueron creación de este hombre diminuto.
Goebbels era un admirador de Hitler, y éste lo respetó, era uno de los pocos asistentes a quienes le hablaba de ‘Usted’. Fue el único de sus lugartenientes que lo acompañó en la derrota y en la muerte. Goebbels junto con su esposa pactaron y acordaron la muerte de sus hijas. Y luego ellos se envenenaron.
Goebbels nunca dejó de escribir, no sólo diarios personales; sino artículos, conferencias, reseñas. Era un hombre obsesionado con las letras “Dejó miles de documentos: 700 folio, 23 diarios, 34 mil 609 páginas dictadas a su secretaria y centenares de artículos” (Ibíd. 120). Fue siempre un escritor frustrado.

II
Joseph Goebbels fue Ministro de Instrucción Pública y Propaganda del III Reich. Fue el estratega mediático que puso de rodillas al pueblo alemán frente a la figura carismática de Adolfo Hitler.
“No hay nada que la propaganda no pueda lograr” comentaba. Hasta entonces ni Lenin, Churchill o cualquier presidente norteamericano – pese a haber escrito un folleto sobre la utilidad de la propaganda política y del rol de los agitadores “¿Qué Hacer?” (Ed. Progreso, Moscú, 1980) – había sacado provecho de este valioso instrumento político. Con Goebbels., la propaganda política es otra.
Los actos de masas organizados por él, para que se luciera el Fuhrer y los enemigos del III Reich pensaran y repensaran sus ataques a todo este espectáculo montado para imponer miedo. Son hasta la fecha monumentos de cómo movilizar y organizar bajo la disciplina militar un desfile o una manifestación política.
Goebbels no era un ideólogo, no aportó nada a Hitler en este rubro, pero si ayudó a hacer crecer la imagen del líder alemán. Fueron una mancuerna política, que hasta la fecha no ha sido superada.
Goebbels era un hombre que utilizaba las palabras y la imagen, no sólo fue un seductor de masas; lo fue también de mujeres. Llevaba un diario de conquistas amorosas, donde anotaba incluso el número de orgasmos que despertaba en las damas.
Hitler lo conoció soltero y supo de sus conquistas, hasta que le sugirió casarse con Magda, una amiga personal del Fuhrer, a quien sus pastelillos lo volvían loco. Y así pasó. Joseph conoció, conquistó y se casó con Magda. No importando, que muchas veces, Hitler los visitará y él, dejase solos a los amigos. “Goebbels, Hitler y Magda formaron un extraño triángulo que aún la historia no conoce bien” (Ibíd. 98).
Magda y Goebbels fueron una pareja fértil para eso de tener hijos, a los cuales les pusieron nombres que iniciaban con la letra H: Helda, Hildegard, Helmut, Holdine, Hedwing, Heidrun.
En su diario escribió al conocer a Hitler “ es un idealista ¿ quién es este hombre? Medio plebeyo, medio dios ¿Es Cristo o Juan el Bautista?” (Ibíd. 78).
III

Goebbels sabía que, tomando las calles, el III Reich impondría no sólo temor, sino iría poco a poco convenciendo a los simpatizantes y enemigos de su poder. Como Maquiavelo, sabía que los hombres se quedan con lo que ven que con lo que entienden. “Hay que tomar la calle, quien triunfe en la calle obtiene el poder”
Fue el ideólogo de la “Noche de los Cristales Rotos” el 8 de diciembre de 1938, ordenó a la Gestapo, vestirse de civil y atacar los establecimientos de los judíos. Ordenó la quema de libros de autores judíos: Marx, Freud, Spinoza. “La era del intelectualismo alemán ha llegado a su fin” declaró.
Ordenó prohibir el jazz en las estaciones de radio, obras de teatro de autores judíos. Goebbels, siempre estuvo junto a Hitler, no simpatizó con Himmler, ni Gorieg, ni su séquito de asesinos de la SS.
Goebbels escribió en su diario en abril de 1945 “Jamás seré capaz de dejar solo al Fuhrer en la hora suprema, mis hijos y mi esposa aprobarían y aprueban mi decisión de abandonar este mundo junto a nuestro amado líder. El mundo que viene después del Fuhrer no merece la pena vivirlo” (Ibíd. 123).

La noche del 1º de mayo de 1945, su esposa Magda les dio a sus 6 hijos un somnífero y después les dio acido prúsico. Su hija mayor se opuso, pero la golpeo. Magda vio como convulsionaban los niños, no hizo nada, salió del dormitorio y entró a la oficina y le dijo a su esposo “Ya está hecho”. Minutos más tarde, se tragaron pastillas de cianuro. Los soldados, sacaron los cadáveres de la familia y rociaron gasolina, no se quedaron a cerciorar la incineración total. Las tropas rusas al entrar al Bunker, encontraron los cadáveres a medio calcinar.
Así vivió y murió el ministro de propaganda y el arquitecto del nazismo y su imagen pública.

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