Voces de Chernobyl

Por. Luis Román


– Svetlana Aleksiévich-

“No sabíamos que la muerte podía ser tan bella”
I
La escritora Bielorrusa Svetlana Aleksiévich recibió el Premio Nobel de Literatura en 2015. Cuando la academia sueca dio a conocer su nombre, el mundo se preguntó ¿A una periodista el Premio de Literatura más importante del mundo?
De momento, su nombramiento causó cierta molestia. Como siempre las editoriales españolas tenían muchas de sus obras traducidas, a través de editorial Debate. A México llegaron a precios carísimos. Proliferaron versiones piratas de sus libros.
La curiosidad mata al gato, adquirí ‘Voces de Chernóbil’. Svetlana Aleksiévich no inventa realidades, deja que los hombres y mujeres hablen, relaten, cuenten lo que han visto, vivido, sufrido, padecido y también lo que han gozado.
No hace falta que un escritor invente realidades, o sugiera el adjetivo, el verbo o el sujeto preciso. No, en la obra de Svetlana Aleksiévich, el hombre y la mujer se convierten y transforman en palabras casi siempre llenas de amargura.
En ‘Voces de Chernóbil’ realiza diversas entrevistas con mujeres, hombres, y ancianos que vivieron esa catástrofe nuclear que significo Chernóbil.
El 26 de abril de 1986, a la 1 h 23′ 58”, una serie de explosiones destruyó el reactor y el edificio del 4º bloque energético de la CEA de Chernóbil. La catástrofe de Chernóbil se convirtió en el desastre tecnológico más grave del siglo XX.
Según diversas observaciones, el 26 de abril de 1986 se registraron niveles elevados de radiación
En Polonia, Alemania, Austria, Rumania; el 30 de abril, en Suiza y Norte de Italia; el 1-2 de mayo, en Francia, Bélgica, Países Bajos, Gran Bretaña, Norte de Grecia; el 3 de mayo, en Israel, Kuwait, Turquía.
Lanzadas a gran altura, las sustancias gaseosas y volátiles se dispersaron por todo el globo terráqueo: el 2 de mayo se registró su presencia en Japón, el 4 de mayo, en China, el 5, en la India, el 5 y 6 de mayo en Estados Unidos y Canadá.
Bastó menos de una semana para que Chernóbil se convirtiera en un problema para todo el mundo.
El gobierno de Mijaíl Gorbachov guardo el silencio lo ocurrido. Como todos los gobernantes incapaces, nunca se alertó a la población de esos lugares de la radiación que ahí se estaba desprendiendo en esos 10 días de incendio en el reactor nuclear.
“Se necesitaba yoduro de sodio. Yodo corriente. Para medio vaso de gelatina de dos a tres gotas para los niños, y para un adulto, de tres a cuatro gotas. El reactor estuvo ardiendo diez días, diez días durante los cuales ya se debía haber hecho esto. ¡Pero nadie nos escuchaba! Ni a los científicos,
Ni a los médicos. La ciencia estaba en manos de la política; la medicina, atrapada por la política. ¡Faltaría más!” (Ibíd. p. 86).
Fue una decisión cruel no avisar e informar a la gente de la gravedad del hecho “El veintisiete de abril decido viajar a la región de Gómel, fronteriza con Ucrania. A los centros de distrito Braguin, Jóiniki, Narovlia; de allí hasta la central hay unas cuantas decenas de kilómetros. Había de conseguir una información completa. Llevarme los aparatos, medir el fondo. Y lo que es el fondo era el siguiente: en Braguin — treinta mil micro roentgen por hora; en Narovlia — veintiocho mil… Y en aquella situación, las gentes del lugar estaban sembrando, arando. Se preparaban para la Pascua… Pintaban los huevos, cocían panes de Pascua” (Ibíd. p. 98)

El gobierno ocultó el desastre nuclear y radioactivo más terrible que lo que ocurrió en Hiroshima o Nagasaki. “Por ejemplo, recorremos el curso del Prípiat. Vemos tiendas de campaña, familias enteras descansando. Se bañan, toman el sol. Estas personas no saben que desde hace varias semanas se están bañando y tomando el sol bajo una nube radioactiva. Estaba terminantemente prohibido hablar con ellos. Pero veo a unos niños… Me acerco y les explico.
Me miran perplejos: “¿Entonces, por qué la radio y la televisión no dicen nada de esto?”(Ibíd. p. 102).
Pese a la gravedad del acontecimiento, Chernóbil se ha olvidado. La URSS desapareció. Y el mundo no se ocupó de esa desgracia nuclear. Existen pocos libros, revistas o estudios científicos que describan el impacto radioactivo que la explosión tuvo en el ambiente y en las personas.
Hace unos meses la televisión norteamericana HBO realizó un documental sobre lo ocurrido en Chernóbil basado en el texto de la Aleksiévich. El mundo entonces se dio cuenta a través de las imágenes de la gravedad del hecho.
Pocos libros me sorprenden y me abrazan para obligarme a no dejar la lectura hasta el final, hasta la última página. He leído muchos libros, pocos como “Voces De Chernóbil” lo han hecho
. No es ficción, no es literatura. Es una realidad, es la gente común y corriente hablando.
Para quien desee leer tan digno libro, se encuentra disponible en la red. Una obra maestra que describe el dolor, el sufrimiento y la insensatez del gobierno soviético. Dejo a ustedes unos breves paraderos literarios que rescatan lo dicho.







Hablan los Testigos.
1.- No vi la explosión. Sólo las llamas. Todo parecía iluminado… El cielo entero… Unas llamas altas. Y hollín. Un calor horroroso. Y él seguía sin regresar. El hollín era porque ardía el alquitrán; el techo de la central estaba cubierto de asfalto. Sobre el que la gente andaba, como él después recordaba, igual que sobre resina. Sofocaban las llamas. Tiraban el grafito ardiendo con los pies…
2.- Una mujer, esposa de un bombero: “No debe usted olvidar que lo que tiene delante ya no es su marido, un ser querido, sino un elemento radiactivo con un gran poder de contaminación. No sea usted suicida. Recobre la sensatez.”
3.- Lo fotografiaban… Sin ninguna ropa. Desnudo. Sólo con una ligera sábana encima. Yo esa sábana cada día la cambiaba, aunque al llegar la noche estaba llena de sangre. Lo levantaba, y en las manos se me quedaban pedacitos de su piel; se me pegaban. Yo le suplicaba: “¡Cariño! ¡Ayúdame! ¡Apóyate en el brazo, sobre el codo, todo lo que puedas, para que alise la cama, para que te quite las costuras, los pliegues”. Cualquier costurita era una herida en su piel. Me corté las uñas hasta hacerme sangre, para no herirlo.
4.- Y las crestas de las gallinas eran negras y no rojas. Cosa de la radiación. Tampoco nos salía el queso. Nos pasamos un mes sin nata ni queso. La leche no se cortaba, sino se hacía polvo, un polvo blanco. De la radiación.
5.- Donde no se ven ni escarabajos ni lombrices, allí la radiación es alta.
6.- Nunca más he visto caras como aquellas. Todos tenían unas caras de locos… Ellos y nosotros.
7.- “Ya no temo a la muerte… Mi propia muerte. Pero no tengo claro cómo voy a morir… Vi morirá un amigo. Se hizo grande, se hinchó… Como un tonel… Y mi vecino… También estuvo allí. Un operador de grúa. Se volvió negro, como el carbón, y se secó hasta el tamaño de un niño. No tengo claro cómo voy a morir… Y sin embargo lo que sí sé seguro es que con mi diagnóstico no duras mucho. Al menos sentir el momento…”
8.- Lo enterraron, como a los demás, en el cementerio Mitinski. Envolvieron el ataúd por dentro con papel de estaño… Y encima de él, medio metro de planchas de hormigón con capas de plomo.
9.- Cuando nació mi hija .. No era un bebé, sino un saquito vivo, cosido por todos lados, sin una rendija, sólo con los ojos abiertos. En la cartilla médica hay escrito: “Niña, nacida con una patología compleja múltiple: aplasia del ano, aplasia de la vulva, aplasia del riñón izquierdo”… Así suena en lenguaje médico, pero en palabras normales es: sin pipí, sin culito y con un solo riñón.
10.- Oí como los médicos comentaban entre ellos: “Esta niña, más que con buena estrella, ha nacido estrellada. Si algo así se mostrara por la televisión, ni una madre daría a luz”.
11.- Nos pidieron que cazáramos un jabalí para una boda. ¡Un encargo! El hígado se te deshacía en las manos… De todos modos te lo encargan… Para una boda… Un bautizo…
12.- Cuando están en formación, estos niños caen desmayados, cuando se quedan de pie unos quince o veinte minutos les sale sangre de la nariz. No hay nada que les pueda asombrar ni alegrar. Siempre somnolientos, cansados. Las caras, pálidas, grises.
13.- Recuerdo una conversación con un científico: “Esto es para miles de años –me explicaba–. El uranio se desintegra en doscientas treinta y ocho semi desintegraciones. Si lo traducimos en tiempo, significa mil millones de años. Y en el caso del torio, son catorce mil millones de años.
14.- A los enfermos les empezaron a cicatrizar mal las heridas. Recuerdo aquella primera lluvia radioactiva. “Lluvia negra.
15.- No hace mucho publicaron en la prensa que, en el año noventa y tres, en nuestro país, en Bielorrusia, se han practicado doscientos mil abortos

16.- He olvidado decir que vivíamos en Prípiat, junto al reactor. Hasta hoy tengo delante de mis ojos la imagen: un fulgor de un color frambuesa brillante; el reactor parecía iluminarse desde dentro. No era un incendio como los demás, sino como una luz fulgurante. Era hermoso. No había visto nada parecido en el cine. Al anochecer la gente se asomaba a los balcones. Y los que no tenían se iban a casa de los amigos y conocidos. Vivíamos en un noveno piso, con una vista espléndida. La gente sacaba a los niños, los levantaba en brazos. “¡Mira! ¡Recuerda esto!” Y fíjese que eran personas que trabajaban en el reactor… Ingenieros, obreros… Profesores de física… Envueltos en aquel polvo negro… Charlando… Respirando… Disfrutando del espectáculo…

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