(2º Parte)

Por. Luis Román
En una noche como ésta, un hombre vive, vive un siglo entero de vida ordinaria; y no cambiaría yo esta arrebatadora delicia por todo ese siglo de vida común.
Edgar Allan Poe
I
La noche del sábado fue lluviosa, y nos arrulló. Al día siguiente, de nuevo la rutina. Aseo de mascotas, de las habitaciones e ir de compras al mercado, ir al mercado de pulgas. Los libreros no fueron, la lluvia es enemiga natural de los libros.
Regresamos a casa, hice de comer y más tarde una breve siesta. Me levante y había que ayudarle a Reyna hacer una tarea de matemáticas. Comenzó a llover, cuando terminamos. Volvió la sensación del hormigueó en la cabeza, pies y manos, no quise hacer caso. Y pensé en la posibilidad de que tal vez tenía una descompensación de azúcar, puede ocurrir.
Paso el tiempo y el malestar. Llegó la noche empapada de lluvia. Tomamos café y galletas. Nos fuimos a recostar, Reyna en su recamara y yo en la mía.
Eran 9.20 PM dormiré tranquilamente, pensé. A eso de las 12.30 de la madrugada, estando durmiendo boca abajo, como es mi costumbre. Sentí ese escalofrío y hormigueo por mi coronilla, pies y manos, y la falta de oxígeno.
¡Un derrame cerebral! ¡un infarto! ¿Qué hacer? Levantarme y marcar a mi hermano francisco, para que me llevara al hospital 1º de octubre. ¿Y Reyna? ¡Se asustaría¡ preferí aguardar. Ya tenía mucho tiempo, que no sentía miedo. ¡madre! ¡tengo miedo!
Juan se fue de este mundo quizás por su negligencia. No quiero morir ahora. Necesito vivir para ver a Reyna. Tenia razón mi madre a cierta edad, piensas en la muerte.
Me gana el sueño, las noches son largas y las enfermedades malditas porque se manifiestan con más rabia por la madrugada,
A las 3 am de nuevo un escalofrío invade mi cuerpo. ¿Qué me pasa? Este no soy yo. No es mi cuerpo. Siento un palpitar en la parte posterior de mi cerebro y luego el hormigeo. Mis manos se me duermen, es falta de circulación y mis pies son acuchillados por alfileres invisibles.
Ya no logro conciliar el sueño. Amanece, me levanto hacer el aseo, preparar el desayuno y alistar a Reyna para ir a la escuela. Le cuento lo que me paso, la voy a dejar a la escuela.
Y voy al médico, mi presión es alta, azúcar en niveles normales. Me hace preguntas y checa mi corazón “Tienes un cuadro ansio depresivo”.
Me receta un medicamento para regular la presión alta. De momento lo tomo, sigue el zumbido sigue. Por la tarde, acudo a ver a un amigo que su padre es psiquiatra. Me ve, me hace preguntas y llega a la misma conclusión: Tienes un cuadro ansio depresivo.
Del duelo de tristeza y llanto he pasado a otro infierno.