Luis Román

Escritor y Columnista


“Parece que es un tema que lo exaspera
Al presidente Díaz Ordaz”
Apuntes -Tomo III-.
Lázaro Cárdenas
I
Lázaro Cárdenas desde adolescente adquirió el hábito de escribir diarios personales, aunque él, los llamo ‘Apuntes’. Su esposa Doña Amalia Solórzano y Cuauhtémoc Cárdenas – su hijo – deciden darlos a la UNAM en 1972 para que sean publicados en 4 tomos.
La edición estuvo a cargo del propio Cuauhtémoc y del historiador Gastón García Cantú. El estilo del General es escueto, directo, y muy poco expresivo. Por momentos su lectura se hace tediosa.
Recuerda Amalia la forma de anotar en sus diarios del General “Trabajaba desde temprano, hasta entrada la noche, recibía a mucha gente, después leía y poco antes de dormir, escribía sus Apuntes o borradores de cartas. Escribía mucho y luego rompía lo escrito, y cuando le preguntaba el porqué lo hacía, me respondía “No quiero dejar preocupaciones a Cuauhtémoc” (Era Otra la Vida, Ed. Nueva Imagen, p. 126).
II
A lo largo de esos cuatro gruesos tomos de sus Apuntes, el General Cárdenas se refiere lo mismo a su vida de revolucionario. No hace juicios de Obregón, Calles, o de Villa. No existe la revolución para el hombre de Michoacán.
Narra su decisión de expulsar al General Plutarco Elías Calles; así como su determinación para nacionalizar el petróleo y la influencia de Francisco J. Múgica.
Su distanciamiento con Adolfo López Mateos, Miguel Alemán y su simpatía a Fidel Castro y la revolución cubana.
Pero al narrar los acontecimientos de México en 1968, sobre todo del conflicto estudiantil. Su Apuntes no dan nota de sus impresiones del 27 de septiembre al 13 de octubre. No aparece nota alguna.
Nadie se ha explicado el porqué de esta decisión del General. En 2005, trabajando para la Fonoteca Nacional, entrevisté a Cuauhtémoc Cárdenas, y le pregunté si hubo censura del gobierno de Echeverría, de la UNAM o de la familia para que aparecieran las impresiones del General sobre la decisión de Díaz Ordaz de ordenar disparar al ejército contra los estudiantes.
Cuauhtémoc parco y serio como siempre, me aseguro que de ninguna manera había existido censura alguna.
Lo cierto es que otros autores aseguran que el General en esos días estuvo muy disgustado con el gobierno de Díaz Ordaz. Cuenta el periodista Luis Suárez, que el secretario de la Defensa Nacional en ese entonces, Marcelino García Barragán, visitó al General Cárdenas y le presentó una solicitud de suspensión de garantías individuales que le daría a Díaz Ordaz para que se impusiera un toque de queda en los días previos al 12 de octubre de 1968 (Luis Suárez, Cárdenas: Retrato Inédito, Ed. Grijalbo, 1986, p. 68).
El 5 de octubre de 1968, el General Cárdenas visito a Díaz Ordaz, y le pidió una explicación de lo ocurrido el 2 de octubre en la plaza de las Tres Culturas. Y con qué autoridad había ordenado al ejército disparar contra los estudiantes. ¡Cuenta el escritor Ricardo Garibay, que Díaz Ordaz fue seco y directo “! ¡Con la misma autoridad que usted expulsó del país al General Plutarco Elías Calles!” (Lo Que Ve, El Que vive, Ed. Excélsior, 1974, p. 67).
Doña Amalia recuerda “El miércoles 2 de octubre, el General no pudo dormir, sus asistentes lo visitaban y le llevaban informes de lo ocurrido, en verdad estaba afligido” (Ibíd. 89).
Díaz Ordaz vio con disgusto que el ingeniero Heberto Castillo, estuviera refugiado en la casa del General Cárdenas en la Ciudad de México, y lo aceptó como huésped porque “Si te agarran, te matan” (Heberto Castillo, Si Te Agarran Te matan, Ed. Océano, 1984, p. 23).
Cárdenas trató de abogar por la liberación de los profesores y estudiantes presos en Lecumberri. Recuerda en sus apuntes “Mi conversación con Díaz Ordaz fue cordial hasta el momento que le hablé de los estudiantes presos, cambio de tono de voz y tuvo que cambiar de plática. Parece que es un tema que lo exaspera” (Apuntes Tomo III, Ed. UNAM, p. 123).
Efectivamente, si algo enfadaba a Díaz Ordaz era el tema de los estudiantes, recuerda el escritor Ricardo Garibay “Cuando se le mencionaba el tema al presidente, de inmediato, ¡se encendía y gritaba “! ¡Juventud! esos hijos de la chingada no son juventud ni son nada. ¡Parásitos chupa sangre, pedigüeños, ingratos, cínicos y analfabetas…! ¡¡Estudiantes Universitarios!!Carroñas!! Ni siquiera tienen huevos para enfrentarse de veras, para dar lo que llaman su batalla ¡Batalla!!Hijos de la Chingada! (Lo que Lee, El que Vive, Ed. Océano, 1998, p. 56).
Lo más que pudo hacer el General era mandarles comida, libros, cuadernos y maquinas de escribir a los profesores y estudiantes presos en Lecumberri. Cárdenas lamentó siempre que el ejército de la revolución hubiera recibido la orden de disparar contra el pueblo.

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