Luis Román

(1º Parte)
“Si la muerte es emigrar a otro lugar donde
Están mis seres queridos que se han adelantado
¿Puede existir algo mejor?”
Sócrates
I
¿Cómo recordaremos este tiempo de pandemia? Sin duda alguno somos protagonistas de un periodo histórico inédito y que aún todavía nada sabemos acerca del fin de este infierno que lo mismo nos ha contagiado, que nos ha arrebatado a muchos seres queridos.
Nadie en su sano juicio desea la muerte, y se queda cruzado de brazos a esperarla. Hoy todos de un modo u otro, hemos pensado en dos fenómenos religiosos y filosóficos: la muerte ¿qué es el realidad? y Dios ¿Dónde está hoy?
La pandemia no sólo tiene saldos de enfermos y muertos, también ha sacado la podredumbre de los seres humanos: se han incrementado los homicidios dolosos, la violencia hacia las mujeres, niños y ancianos, los feminicidios. En los Estados donde impera el narcotráfico, sus líderes se han transformado de delincuentes a bestias: siembran minas para evitar el paso de los convoyes militares y de las trocas de los agricultores, secuestran a jóvenes para violarlas y matarlas. Los gobernantes hacen que no ven nada, minimizan todo esto. Es la ausencia de duelo.
Es un tiempo donde el pasado ya no debe de existir, y la idea del futuro se va desvaneciendo. La vida es un instante. Sólo existe e importa el presente, el hoy. El temor a estar enfermo o muerto tarde o temprano, nos lleva a la idea de Dios.
Es un tiempo de filosofía (amor a la sabiduría) pero también de formular muchas preguntas ¿Existe Dios?
En estos días he vuelto a releer notas y viejos libros sobre filosofía, el tema contempla diversos matices. Hoy quiero ser breve y conciso. Cómo ha sido concebido Dios a través de la filosofía.
II
La filosofía como esa preocupación por saber responder las preguntas del ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Existe Dios? ¿Que hay después de la muerte? Ha existido en todas las civilizaciones y en todos los tiempos. El hombre que se preocupa de sí mismo, es un ser que tarde o temprano termina preguntándose estas interrogantes.
Sin embargo, donde se llegó a formular de una manera sistemática y escrita, fue en Grecia. Se considera que fueron los griegos, el primer pueblo en esquematizar estas preguntas.
Tales de Mileto – Que vivió en el siglo VI antes de Cristo – fue no sólo un gran matemático que propuso que la tierra era redonda y no plana. Incluso que la ésta giraba en torno al sol.
Diógenes en su libro “Historia de los Filósofos Ilustres” (Ed. Porrúa, México) hace un resumen de todos y cada uno de los pensadores de su tiempo así como de sus principales ideas filosóficas.
Para Tales de Milito, el hombre es un ser finito, tiene un día de nacimiento y un día de muerte. En contraste con Dios, quien es infinito. Basta mirar sus obras, la naturaleza, las estrellas, el sol y la luna; así como el mar para darse cuenta que Dios es inmenso y nosotros somos simples fragmentos de su creación.
Para Heráclito de Éfeso (540 – 470 A. C) la única realidad existente en el universo y el mundo, así como en el individuo es el cambio, nada permanece inmóvil. Todo desarrollo se basa y descansa en las contradicciones internas y externas.
Heráclito escribió “Nadie se baña en el río dos veces, porque todo cambia en el río y en el que se baña” (Xirau, Ramón. Introducción a la Historia de la Filosofía, Ed. UNAM, 1988, pág. 23)
La vida es sólo un tránsito hacia la muerte, donde Dios nos espera y nos dará otra nueva oportunidad para renacer. Acercándose a la idea de lo que llamamos la reencarnación.
Parménides (530 – 515 A.C) planteó la existencia de Dios y de su eternidad. Dios es infinito, no muere nunca. El hombre siempre vive angustiado por saber que tarde o temprano morirá.
Anaxágoras (500 – 428 A.C) consideraba que todo el universo y el mundo, son perfectos porque son producto de Dios. Todo es armonía en la creación de Dios. Por lo tanto, nosotros, los individuos poseemos una maravilla hecha por Dios: la vida. Y cuando llegue la hora de nuestra muerte, no tendremos que temer. Sino agradecer la vida y el paso a otra etapa (Marías, Julián. Introducción a la Historia de la Filosofía, Ed. Alianza, 1980, pág. 30)
Empédocles (484 – 424 A.C) retoma y perfecciona la obra de Heráclito, en el universo y en el mundo la existencia de los contrarios da origen al desarrollo de los fenómenos que nos rodea: para que exista la vida, tiene que existir la muerte. Para que exista el día tiene que existir la noche.
Muchos de los libros de estos grandes pensadores griegos se perdieron durante el incendio de la Biblioteca de Alejandría que existió en Egipto del año 246 al 285 antes de nuestra era.
Se rescataron algunos fragmentos de los libros de estos filósofos relevantes. Pero quien si sobrevivió integro al incendio fue el pensamiento de Sócrates (470 – 399) quien a través de los “Diálogos” (Ed. Porrúa, México) de Platón, tenemos un pensamiento más esquematizado de la muerte y Dios.
III
¿Qué es entonces la muerte para Sócrates el mayor filósofo de la antigüedad? “El Morir es una de estas dos cosas: bien no ser, ni sentir, ni poseer nada o bien un cambio profundo, una trasmigración del alma” (Ibíd. pág. 40)
Quien muere deja en este mundo lo que ha poseído, nada se puede llevar. O bien es dejar esta vida y quizás pasar a otra mejor, sin sufrimiento ni penas de enfermedades y dolor. Sócrates dice entonces “Quizás se asemeja a un sueño, si es así, la muerte sería una ganancia extraordinaria” (Ibíd. pág. 40)
¿Porque entonces temer a lo que no conocemos? Esta forma de pensamiento no tiene fundamento. Quien conoce, sabe lo que ocurre. Quien desconoce tiene la ventaja del descubrir. Quien va a morir tendrá que descubrir. Bajo esta óptica, quien bien ha vivido abraza y bendice este paso a lo desconocido.
“Si la muerte es emigrar a otro lugar donde están mis seres queridos que se han adelantado ¿Puede existir algo mejor?” (Ibíd. pág. 41).
La vida no termina aquí, continua en otro lugar, la muerte es un cambio, una mudanza a otro lugar. Donde quizás nos encontremos con nuestros seres queridos ¿Por qué entonces temer a lo desconocido? “Si fuera cierto, deseo morir mil veces, pienso en mi vida y me resulta agradable pensar en la muerte” (Ibíd. pág. 42)
La gran angustia del hombre es el tiempo, ese gran enemigo que termina minando el cuerpo y la piel. Ese que transcurre y nos aplasta. Pero en la muerte el tiempo no existe “Todo el tiempo no es más que una noche” (Ibíd. p. 42).
Al final, el anciano y sabio Sócrates termina reflexionando ¿Quien tiene mejor y peor suerte? ¿Los que siguen viviendo o quiénes mueren? ¿Quiénes sufren más? “Llego el instante de partir, yo a la muerte, y ustedes a la vida ¿Quien de los dos va a un mejor lugar? ¡Sólo Dios lo sabe!” (Ibíd. pág. 43)