El Lobo Estepario
(2º Parte)

Por. Luis Román




“Tú tienes la necesidad
De volver a dormir una noche
Con una mujer joven y
Bonita…”
Herman Hesse.

I
Las mujeres para los hombres son la vida, no hay otro camino para el que desea saber de la vida, sino extraviarse entre los brazos, besos, caricias, piernas de las mujeres.
El hombre sabio, el que ha adquirido el conocimiento libresco, queda incompleto de su conocimiento del mundo, si no se ha perdido entre el cuerpo de una mujer. Y esto le ocurre a Harry Haller “El Lobo Estepario”.
Harry conoce a la joven Hermine, una bailarina seductora, que a veces se vende a los hombres, pero que de inmediato se prende del misterioso cincuentón. Harry escribe al verla por primera vez “Al verla a los ojos se había dado cuenta el milagro que jamás creí conocer, haber encontrado a la mujer que le diera interés a mí vida amarga” (Ibíd. pág. 54)
La joven sensual, despampanante baila y escucha a Harry hablar de literatura y filosofía en una de las mesas, y le llama la atención una confesión entre dientes, “No sé bailar, nunca he aprendido” (Ibíd. 52).
Ella toma asiento, y de inmediato se da el flechazo mágico, ella es directa, está acostumbrada a tratar a los hombres, él se sabe viejo, aburrido y con poca plata para pagarle ya no una botella; sino una copa.
“¿De modo que sabes escribir y leer en latín, pero no sabes bailar? Yo vivo de los hombres, pero de ti no quiero vivir; al contrario, te daré vida. Te enseñare lo que ignoras de la vida y no está en los libros” (Ibíd. pág. 60).

En ese momento Hermine lo toma de la mano y van a la pista, la música se escucha y ella comienza a dar los primeros pasos de Fox Trop. Harry gusta de la música y del baile, pero nunca lo había intentado por vergüenza, por pena pese a sus años. Se desvanece de su cuerpo, esa idea de que los hombres duros no bailan.
La joven al estar bebiendo y bailando es directa y le dice al oído “Me necesitas para aprender a bailar, a reír y a vivir. Para eso has de aprender a amar un poco lo vulgar y mundano del amor de las mujeres” (Ibíd. pág. 58).
Hermine le va a enseñar a Harry a disfrutar las pequeñas y fáciles artes y juegos de la vida. Así la noche transcurre y se desliza entre tragos, baile, besos, abrazos. Hasta que el cuerpo se cansa y Harry la lleva a su cuarto que renta, ahí donde el melancólico ermitaño vive abarrotado de libros.
Entre los libros de Cervantes, Freud, Goethe, Heine y otros, Harry se deja seducir por Hermine. “A ratos me despertaba y sorbía su alegre y hermosa juventud y aprendió a media voz las cosas dignas de los placeres del cuerpo” (Ibíd. pág. 70)
No era que Harry fuera un santo, ni mucho menos, según había contado, había sido casado, con una mujer con los mismos gustos. Hoy ese encuentro con Hermine era de otro tipo. Nacía entre la erudición y soledad de un hombre extraño.
Harry al amanecer piensa “Hasta hace poco me hubiera sido imposible, llevarme a la cama a una mujer sino hubiera leído un libro, hoy sé que la vida son las mujeres” (Ibíd. 76)

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