Narciso y Goldmundo
(1º Parte)

Por. Luis Román

A mi Amigo Eterno Joel aguilera
“Toda mujer tiene su secreto
Y su encanto, cuyo descubrimiento
Depara y nos da dicha.
En esto todas las mujeres son iguales”
Narciso y Goldmundo
I
Hay amistades que están destinadas a ser eternas, aunque la vida de los involucrados sea diametralmente opuesta. En cuanto a valores, creencias y concepciones de la vida, del amor y la libertad.
El escritor alemán Herman Hesse escribió “Narciso y Goldmundo” en 1930, una novela que narra la historia de dos amigos que pese a ser totalmente opuesto en caracteres, su amistad jamás se rompe ni con los acontecimientos que viven cada uno de ellos, ni con el peso de los años.
Narciso es un devoto estudiante que aspira a ser monje, los sacerdotes lo admiran por su dedicación a la lectura de la Biblia y otros textos sagrados. Es un joven sereno, dedicado a Dios, y tiene un solo objetivo: ser sacerdote. Nada ni nadie habrán de destruir este sueño.
Goldmundo es un aspirante a monje, que llega al monasterio por órdenes de su padre. Es un tanto rebelde, cuestiona todo lo que ve. Y desde el primer momento, que se conocen, comienza su amistad. “Ambos habían recibido una especial advertencia del destino” (Narciso y Goldmundo, Ed. Seix Barral, 1990, pág. 24)
Narciso es tutor de Goldmundo, y desde un inicio le advierte que él, no tiene esa madera para ser sacerdote. Su alma y su cuerpo están en búsqueda de lo que tiene la vida: placeres, diversión y sobre todo mujeres. Asi “Narciso era un espíritu reflexivo y analítico, y Goldmundo era soñador, con alma de vida” (ibíd. pág. 51)
Pese a esta advertencia, el joven Golmundo permanece unos meses en el monasterio. Sus esfuerzos por aprender latín, griego y el mensaje de Jesús, son en vano. En cambio, cuando de vez en cuando le permiten ir de paseo por los pueblos, de inmediato hace amistad y amores con las muchachas. Muchas veces saldrá del convento a escondidas por la noche para ir a pasar unas horas con alguna joven. Narciso lo sabe y le dice “Tú ves en la mujer y el sexo, la esencia de lo que llevas: tu mundo y tu pecado” (Ibíd. pág. 67)
Narciso se da cuenta de esto, pero calla, hasta que el propio Goldmundo le confiesa que no se siente a gusto ahí, y es preferible buscar suerte por los caminos de Dios. Su destino y su vida son y serán las mujeres. “Para mí el brillo del sol y para ti la luna, y las estrellas. Tú sueñas con mujeres y yo con libros” le dice al despedirse Narciso.
Se marcha del convento ayudado por su fiel amigo. Conoce trabajos, pueblos, tabernas y mujeres. Hasta que, en un pueblo, se prende de una bella mujer, ignorando que es casada. Eso no importa, acude a su cita en la oscuridad de la noche, y es sorprendido por el marido, quien lo ataca, y el joven Golmundo se defiende hasta matarlo. Es apresado y condenado a la horca. Pero eso no le importa, la vida no es para un cobarde, porque dice Goldmundo “Es tan hermoso pertenecer a una mujer, darse a ella. Escuchar sus te quiero y sentir el calor de sus besos” (Ibid. pág. 89)
Por casualidad, Narciso ya es sacerdote y amigo de jueces y ministros, y llega a ese pueblo, y como es costumbre tiene que confesar a los condenados a muerte. Sin saber que es su amigo, acude a las galeras, y se da cuenta que es Golmundo, el condenado a la muerte.
Se abrazan, se cuentan su vida. Golmundo admira hasta donde ha llegado su amigo el sabio, el sereno, el impasible, y Narciso, le confiesa que, a él, le hubiera gustado ser como Golmundo. Pero a veces la cobardía lo invadió. Ambos les hubiera gustado ser el otro.
Narciso intercede ante la autoridad y logra que el juez indulte a su amigo. A quien lo lleva de nuevo al convento, herido, derrotado. No ha hecho nada en la vida. No tiene familia, ni bienes materiales. Pero ha vivido como ha querido. Y lo mas esencial “Uno no se cansa de aprender de las mujeres. He aprendido a ver, a sentir, palpar y oler a las mujeres en toda su variedad” (Ibid. pág. 90)
Permanece unos días en el monasterio, se recupera. Su amigo le pide que descanse más tiempo. Pero el mundo lo demanda, las mujeres y su piel son más poderosas. De nuevo va a recorrer mundo.
Conoce la presencia de la peste, ayuda a la gente, salva a niños y mujeres. Se defiende de ladrones y una tarde, cae de su caballo y éste lo arrastra y lo pisa. Como puede llega al monasterio. Ahí su amigo, lo atiende. Será la última vez que ambos se verán.
Golmundo muere junto a su mejor y único amigo. Antes de fallecer el amigo aventurero dijo “Tengo la esperanza que la muerte será una inmensa dicha, tan grande como el primer abrazo de nuestra madre” (Ibid. pág. 234)

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