(5º. Parte)

Luis Román

En el fondo de la noche está mi hermano muerto
Te oigo ir y venir por tus sitios vacíos,
por tu silencio que reconozco desde lejos, antes de abrir la puerta
de la casa
cuando vuelvo de noche.
Y ahora, me digo yo abriendo tu ropero, mirando tu ropa;
¿ahora qué les voy a decir a los árboles que te gustaban tanto,
qué le voy a decir a tu cuarto?


I

11 pm
8 – Nov – 24

Juan se despertaba temprano, no podía dormir o tal vez era una imitación de la dinámica de mi madre. Te despertabas a las 3 0 4 de la mañana, y antes salías al patio con tu lámpara a ver si estaban tus gatos. De 3 o 4 am a las 6 am anotabas en hojas de colores tus gastos diarios. Escuchabas la estación de radio El Fonógrafo, música de antaño.
Y ya clareando el día, salías de tu recamara a cambiar la arena de los gatos. A darles croquetas y a barrer la banqueta sin echar agua, solo levantabas tierra. Si te hubiera visto mi madre, te hubiera regañado.
Ya cerca de las 7 am, ibas a comprar tu periódico a la esquina y ver si habías obtenido un premio en la lotería nacional. A veces si ganaste premios o reintegros. Otras nada. Nunca te desanimaste.
Después destapabas a los loros y salías con tu bicicleta a desayunar, comprabas tacos o tortas con “Las Doñas” un par de vendedoras que tenían su puesto en río blanco.
Te gustaba ser libre, ir de un lado a otro sin pedir permiso. Eras un hombre libre. Regresabas y cambiabas el agua a las tortugas, les dabas alimento a tus peces. Y te quedabas leyendo el periódico.
Hoy Juan, tus pajarillos, tus tortugas, tus gatos, tus cuervos, tus ardillas y tu viejo camino te esperan, te extrañan. Tus árboles, tus conocidos extrañan el estruendo de tu música que se iba fragmentando conforme pasabas con tu bicicleta.
¿Dónde estás Juan? ¿Dónde te has ido cabrón? Yo siempre te lo decía “Juan, tú eres la única persona a quien puedo encargar a mi hija” ¿Ahora quien la vera? ¿Quién ira por ella a la secundaria? ¿Quién le comprara su raspado de tamarindo?
No puedo aceptar que la muerte te haya derrotado. Aunque eras devoto de la virgen de Guadalupe y de Jesús, no había mes que no fueras a la Villa a persignarte y por agua bendita.
Pero hoy que veo tus pertenencias ¿Qué querías decir o qué presentías al dibujar tantas cruces, vírgenes y el espíritu santo? Y la palabra “Dios”. Nunca lo sabré.  Hoy que ya no estas, ató cabos y creo que ya advertías algo sobre tu marcha de este mundo.
No soporto verte ahí, y salgo, me niego a aceptar que ya no estás. La noche esta más estrellada que nunca en este año. Se que donde estas nos miras hermano Juan. Se que la muerte fue como ese primer abrazo que te dio mi madre al verte en sus brazos.

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