Luis Román

Escritor y Columnista

Me gustaba sentirme
Amada por él.
Me gustaba que estuviera
Atento a todo lo mío.
Me gustaba que me abrazara,
Que me adorara.
Pero lo rechacé
¿Por qué?

Sarita Montiel.
I
¿Qué hace que un hombre entrando a la vejez y siendo un poeta consumado pierda la cabeza por una mujer joven? En su libro de Memorias “Vivir es un Placer” (Ed. Plaza Janéz, Madrid, 2000) la actriz española Sara Montiel da cuenta del amor que surgió entre el poeta León Felipe (1884 -1968) y ella, cuando por azares del destino, ella vino a México a filmar una serie de películas que la encumbrarían a la fama.
Sara Montiel (1928 – 2013) fue considerada una de las actrices más bellas del cine internacional. Con un rostro fotogénico y simétrico pronto llamó la atención de productores y directores en su natal España.
Pero fue en México donde se encumbró. Filmando junto al ídolo Pedro Infante las cintas “Necesito Dinero” (1951), “Cárcel de Mujeres” (1951), “Ahí Viene Martín Corona” (1951), “El Enamorado” (1951), y su ultima película en México fue “Veracruz” (1954)
Es en su estancia en México, que conoce al poeta León Felipe, quien en 1938 vino de España huyendo de la dictadura de Francisco Franco. El poeta encontró acomodo en el Colegio de México.
Recuerda Sara “Yo no sabía nada de México. Absolutamente nada. Lo único que conocía del país era lo que había visto a través de las películas de María Félix, Jorge Negrete, Cantinflas y El Indio Fernández” (Ibíd. p. 140).




II
Sara llega al país en 1951, su belleza le gana admiración, amigos y pretendientes. Tanto mexicanos como españoles. “El Doctor José Puche, de origen español, me invitaba a sus reuniones donde conocí a Luis Buñuel y a León Felipe, cuando lo conocí tenía 64 años. León era muy exaltado.
Al verme me pregunto “¿De dónde vienes tú? No sabes ni leer. Hay que ver, que no has pedido decir ni una frase junta”
Mi madre era muy observadora de todos los que me rodeaban, y de inmediato me señaló “Ten cuidado hija, León es un señor muy mayor, fíjate como te habla y te alaba delante de todos. Se que no puedes sentir nada por él, puede ser tu padre” (Ibíd. p.146).
León vio en Sara una alumna, le regalo libros de historia de México, de dicción y sobre todo buscaba cualquier pretexto para que ella fuera a su casa o salir a tomar un café. Tenerla cerca, era ya una adicción.
“León me pedía leer y hacer resúmenes de los libros, él los leía y corregía. A él le gustaba mi alegría, mi sentido del humor” (Ibíd. 146)
El poeta, el erudito, el hombre sabio que reunía a todos los exiliados españoles en torno suyo, se convirtió en un patriarca. Cuando había reuniones en su casa y él hablaba nadie lo interrumpía.
Pero perdió la cordura con Sara, por ella se desvivía y ella lo reconocía, su vanidad femenina fue tal que años después recordaba “Fue la locura, yo fui para ´él, su último tren como hombre y al mismo tiempo como poeta, como persona. El tan intelectual, tan inteligente, vio en mi una bocanada de aire fresco. Pero yo no tuve hacia el un amor como el que él sentía por mí. Jamás estuvimos juntos. Yo le tenía un gran amor como amigo, no como hombre. No podía estar con él” (Ibíd. p 148)
León quería que Sara se superara como actriz y le recomendó estudiar y hacer teatro.
“Era muy fuerte. Pero cuando se enamoró de mí me dio abrazos, me lloraba, se me declaró, pero sin llegar a ofenderme como hombre y yo le decía:
León, yo te quiero mucho, pero…”
León Felipe no se desanimo. Era cosa de tener paciencia. Sara tuvo contacto con un mundo intelectual que nunca conoció ni conocería jamás “A las tertulias organizadas por León, acudían Alfonso Reyes, que era un sabio, Pablo Neruda que era guapísimo y Octavio Paz” (Ibíd. 149).
León Felipe no se desespero y tuvo la sabiduría de esperar. El mundo que le ofrecía a Sara era único. Como mujer, Sara se sentía amada, querida, dichosa. No le entendía; pero le gustaba ese mundo.

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