Luis Román

Una tarde, aprovechando que su esposa Berta no estaba en casa, León Felipe le dio un fuerte abrazo a Sara y le soltó que era “la niña que había soñado toda su vida, que era como un sueño hecho realidad”
I
El Poeta León Felipe provenía de una familia acaudalada de España. En 1938 llegó a México para trabajar como docente en la Casa de España en México, que nació como propuesta de dos distinguidos mexicanos: Alfonso Reyes y Daniel Cosío Villegas.
Ya en 1923 había visitado Veracruz, donde trabajo como bibliotecario. Le gustaba México, y decía que el había venido en tren para ver la revolución y la muerte de Villa.
“Llegué a México montado en la cola de la Revolución, en la cola del caballo de la Revolución. Corría el año de 23. Y aquí clavé mi choza. Era por los días de Don Álvaro Obregón. Desde entonces aquí he vivido. He luchado, he gritado, he rezado, he blasfemado y me he llenado de asombro. Aquí he visto monstruosidades y milagros” (La Jornada, 18/ IX/20, p. 54)
León Felipe dominaba el inglés, el francés y era un maestro del español. Tradujo a poetas como Walt Whitman a T.S Eliot.
Era un poeta sencillo y sus versos era claros. Así al conocer a Sara Montiel, su amor y admiración brotaron en poemas. Eran versos de un hombre de 64 años a una mujer de 25 años:
No te tenías que llamar Sara.
Tu nombre debería ser libertad.
En tus bellos pardos ojos
el sol de la Mancha ríe;
en tu boca los claveles
de tus labios hacen nido;
la rubia era, caliente
voló formando tu pelo,
y las bodegas, umbrías,
y el rojo vino, sombrío,
savia a tu cuerpo dieron,
como la tierra a las tejas,
pan que fuese de trigo,
ruboroso, bien oliente,
nutritivo y entrañable.
La Mancha es en ti mujer
y en mi corazón el dardo.
Sara leía cada poema escrito por el anciano, cada palabra, cada verso la describía y dibujaba la pasión que él tenía por su belleza. Ella no entendía casi nada, pero se sentía amada.
El 18 de septiembre de 1968 el poeta español León Felipe moría a los 84 años en la capital de México, justo en el momento en el que el Ejército irrumpió en Ciudad Universitaria para reprimir las protestas estudiantiles.
Nunca olvido a Sara, ella años después confesaría los desprecios que le hizo pasar al anciano poeta.