Por. Luis Román


“La vi y sentí nítidamente: eso es mío,
Esa mujer es para mí.
Los 55 años que siguieron, a partir de esa mañana,
Dependieron día a día de aquella mañana”.
Aquel Joven.
Ricardo Garibay
I
Termino de leer un viejo libro de Ricardo Garibay (1923 – 1999) “El Joven Aquel” (1997, Ed. Océano). Garibay el duro, el impasible. A quien nunca le impresionó estar fuera de los círculos literarios de su época. Contemporáneo de Carlos Fuentes, Luis Spota, Octavio Paz, José Revueltas. Amigo de Julio Sherer García, de Gustavo Díaz Ordaz.
Excelente cronista, mejor guionista y excelso conferencista. Sin embargo, nos quedó a deber esa gran novela que lo inmortalizara. Muere a los 76 años de edad. Lleno de enfermedades: cáncer en la médula, diabetes, hipertensión, obesidad. Siempre se vio como un gran escritor, dedicado a leer, leer y leer.
Trabajó como inspector de cabarets y cantinas, conoció a ‘La Bandida’, amigo de María Félix y Emilio ‘El Indio’ Fernández, fue guionista de ‘El Mil Usos’, ‘El Hombre de Papel’, ‘La Cucaracha’, ‘Los Hermanos de Hierro’, ‘Las Glorias del Gran Púas’. Sus novelas ‘Beber un Cáliz’, ‘La Casa que Arde de Noche’, y sus libros de crónicas ‘Lo que Lee el que Vive’, ‘Tendejón Mixto’.
Al final de su vida se da cuenta que esa vida que llevó, dedicada a leer y escribir, no le hizo feliz. ‘El Joven Aquel’ recrea una anécdota estudiantil, su enamoramiento de una bella compañera de estudios en la Escuela Nacional Preparatoria, de quien se enamoró perdidamente durante años, y que por timidez, orgullo y tener novio, la muchacha lo ignoró. Hasta que años después, se reencuentran, y ella a punto de casarse, se le entrega en un viejo cuarto de hotel. Al principio la desnudez de ella, lo deslumbra y lo inhibe, hasta llegar a la impotencia; después ella lo seduce, se da el coito, ¡oh decepción! ¡La dama no es virgen! ¡Y al día siguiente la manda a volar!
56 años después, se encuentran, ella es profesora de letras, y él, el afamado escritor, ya achacoso, viejo y enfermo. Se saludan, salen a tomar un café y escribe Garibay “No puedo darle nada de lo que espera de mí, como hombre, ya soy un viejo enfermo de la próstata, y los medicamentos me han llevado a la impotencia. La espalda no la soporto del dolor que produce el cáncer. Apenas puedo caminar” (Ibíd. 23).
Llega a su casa, cansado, decepcionado de haber tenido de cerca a lo que hoy la gente común y corriente llama ‘El Amor de su Vida’ y escribe “Soy diferente a los hombres que ha tratado. Ya no sirvo para el amor. Me recuesto en la cama, cierro los ojos y trato de soñar con mujeres que es lo mismo que perder el tiempo ¿Qué más puedo hacer?” (Ibíd. 34).
¡La joven que en esos días ya era también una anciana, le decía al escucharlo recitar versos y poemas de amor “! ¡No te entiendo, pero me gusta escucharte!”. Hoy todo eso solo eran recuerdos de viejo. La vida se fue “Estoy cerca del fin de la vida. Ya no seré nada ni habré sido nadie. El mundo seguirá igual sin mí” (Ibíd. p. 56).  Escribe el viejo escritor.
II
Es un joven de 18 años y ella de 17 y así recuerda el primer encuentro visual “La vi y sentí nítidamente: eso es mío, esa mujer es para mí. Los 55 años que siguieron, a partir de esa mañana, dependieron día a día de aquella mañana”.
El amor a primera vista, aturde al joven y revive al viejo “Viví para amarla, para verla, para recordarla. Mientras no la veía, poco imaginaba” (Ibíd. p. 23).
Llega el momento de hablarle en una clase, con cualquier pretexto “Después de conocerla, ya nada me debía la vida” (Ibíd. 26).
El amor inocente termina, una tarde que estando en la biblioteca, se cae un libro, ella intenta recogerlo y en ese movimiento “Pude ver sus senos, eran de leche tibia, exhalaban un aroma de amor, sus labios eran frutales” ( Ibid. 56)
Ella lo admira por lo que sabe, por lo que lee, por la forma de hablar. No como hombre. Tiene novio, un joven fortachón. Garibay se le declara, ella, le dice ‘No puedo, tu sabes, que no soy libre”.
Pasa el tiempo, se reencuentran, ella está a punto de casarse, faltan días, y le pide “Llévame contigo Ricardo”. El joven responde “No tengo dinero, pasarías hambres”.
Ella, lo lleva a un barrio pobre, y entran a un hotel de mala muerte, “La bese y un panorama multicolor se abrió entre la oscuridad de esa habitación”.
No lo puede creer, después de mucho tiempo, ella está ahí desnuda, recostada en la cama, ofreciéndole su cuerpo “Cuando la poseí, tenía en ese momento el tesoro más grande del mundo”.
Sin embargo, tanto la idealizó que al momento de levantarse y limpiarse los líquidos y fluidos intercambiados “Esto es un lago –dijo ella – me asomé, no era virgen, me había mentido, ya no tenía ninguna razón para desearla y tenerla” (Ibíd.76).
Se esfumo el amor romántico, al día siguiente, se quedaron de ver en una nevería. ¡Ya la relación es un hielo, silencios, indiferencia hasta que el joven inexperto dice “! Esto se acabó! – porqué dijo ella – y él respondió “! Se acabó para siempre!. Salimos del lugar, todo estaba oscuro. La vida era en ese momento, un vómito de borracho” (Ibíd. p.76).
III
El anciano escritor, no deja de escribir y leer, sin embargo, debido a sus enfermedades, ha olvidado la sexualidad. “Cuatro años de abstinencia, soy un monje sin convento ni fe” (Ibíd. p. 65)
¡Admira a la mujer, le comenta a la esposa de un amigo “! ¡Le daría millones de pesos por besarla!
– ¿Cuántos millones?
– ¡Los que no tengo!”
– Tan cerca de mis ojos y tan lejos de mi vida” ( Ibíd. p.56)
Se dedica a escribir y leer ‘El Cantar de los Cantares’ de Salomón, un poema erótico del Antiguo Testamento, ¡le pide a una de sus asistentes “! Mireya, necesito ver desnuda a una mujer. ¡Desnúdese por favor! Necesito entender el Cantar y sólo el cuerpo de una mujer me lo explicaría” (Ibíd. p. 60).
Más tarde, en un evento literario una joven mujer, se sienta frente a él “Al ver ese par de piernas desnudas frente a mí sufrí, era como morir en el desierto a unos pasos de un pozo de agua” (Ibíd. p. 70).
Al final, se refugia en lo que sabe hacer y para lo cual nació: ¡escribe “! Hay muchas maneras de poseer a una mujer, una de ellas es la palabra” (Ibíd. p. 7).
Ha vivido 76 años y dice “Es tan poco el tiempo que he vivido. Si viviera 250 años, diría ¡Es tan corto el tiempo de la vida” (Ibid. p. 78)!
Al final del libro y de su vida concluye Garibay “Creí que escribir era la vida y veo que la vida es amar a una mujer y sobre todo ser amado por esa mujer” (Ibíd. 68).
Garibay muere de cáncer el 3 de mayo de 1999 en Cuernavaca, Morelos. En más de una ocasión confesó “No he sido feliz. Fui lo que no era”.
En pocas líneas, la prosa de Garibay llega a conmover al lector. El mito del ‘Doctor Fausto’ de Goethe, quien siendo un anciano se enamora de Margarita se hace realidad en este pequeño libro. O ‘Candilejas’ de Charles Chaplin, y llega a acercarse al ‘Retrato de Dorian Grey’ de Oscar Wilde.
Los hombres al final entienden que la vida no es el oficio o la profesión. La vida misma tiene cara y nombre de mujer.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *