El Miedo al Pasado

Por. Luis Román

Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; más cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño. Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido. Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor.
Corintios 13:11-13
I

La memoria es ese baúl de recuerdos malos y buenos que solemos guardarlos y de vez en vez, los sacamos para revivir lugares, nombres, rostros de todo aquello que nos ha marcado a lo largo de la vida. Conforme pasa el tiempo y miramos a nuestro alrededor, y vemos ausencias de familiares y amigos. La memoria nos seduce a recordar que tal vez, el pasado fue mejor, mucho mejor, de lo que es hoy nuestro presente.
Miro a mi hija, y me parece increíble que hoy este cursando la secundaria. He tenido la gracia de gozar y vivir todos los grados escolares de ella. Desde el kínder hasta hoy. Eso no tiene valor alguno, y significa mucho para mí.
A veces bajo las ventanas de la tarde, esos huecos que dejan los eucaliptos y el flamboyán, caminando junto a Reyna me pregunta con esa ingenuidad certera de las niñas ¿Papá dónde guardas aquella edad de la adolescencia? ¿Qué hacías cuando tenías 13 años?
Han pasado 44 años, de que ingrese a la escuela secundaria. Fue en verdad una etapa de vida azarosa. En esos años me sentía en cierta forma rechazado, por no ser tan agraciado físicamente. Era un joven pasado de pese y las chicas que me gustaban, o ya tenían novio o les encantaban los jóvenes deportistas, y yo no era ni lo uno ni lo otro.
Hice amigos y compañeros durante esos tres años. Conviví con muchos. Recuerdo a uno, Arturo Aguilar, era un joven de apenas 1.50 metros, nada listo para la escuela y buen jugador de básquet boll. Muchas tardes fuimos compañeros de “Pinta”, cuando no entrabamos a clase, íbamos al cine, al deportivo o al lago a remar o simplemente nos íbamos a recostar sobre el césped sin hacer nada. Creíamos que ser rebeldes era la juventud, decir no a lo dictado por los mayores.

II

Dos a tres veces nos invito a su casa ubicada en San Juan de Aragón 4º Sección, allá por la avenida 402. Era pequeña, donde los andadores eran estrechos y todos iguales. Cómplices de los rateros.
Su padre, era entonces un hombre fuerte, de más de 1.90 de estatura, sabía defensa personal y había sido guardaespaldas del presidente Luis Echeverría en 1970. Y en esas ocasiones, platico varias anécdotas dignas de recordar en otra ocasión.
Su madre era una mujer sencilla, ama de casa, de baja estatura, hogareña, amante de hacer mermelada de fresa.
En el último año conviví mucho con Arturo. Nos hermanó, las malas calificaciones, ambos habíamos reprobado materias y las habíamos presentado en exámenes extraordinarios.
Después de haber presentado los exámenes, nos prometimos visitarnos t frecuentarnos, aunque ya hubiéramos dejado la escuela. No fue así, siempre ocurre lo mismo, cuando se acaba un ciclo escolar nos prometemos ser amigos eternamente y nunca más nos vemos.
Han pasado 41 años que nos dimos el último abrazo. Ya nunca más volví a ver a Arturo.

III
Dice el tango ‘Volver’ de Carlos Gardel, “Sentir que es un soplo la vida, que 20 años no es nada”. Si 20 años no son nada ¿Qué cosa son 41 años?
Atendiendo el módulo de información de la oficina de gobierno donde trabajo por las mañanas, llegó a mí, un hombre entrado en años, peno cano, lleno de arrugas, desaliñado y acompañado de un anciano, enjuto con semblante enfermo.
Me entregaron los documentos para realizar ciertos trámites. Leí sus identificaciones “Arturo Aguilar…4º Sección de San Juan de Aragón…”alce la vista y los mire ¡eran ellos!!Mis amigos de hace años! No me reconocieron con el cubrebocas.
Arturo, mi compañero, esta hecho una pasa, lleno de arrugas y su padre, un anciano pequeño y enfermo. Les atendí, les revise sus documentos y los pase al módulo donde les harían los trámites que demandaban. No lo podía creer, muchas veces alce la vista para verlos y no me reconocieron nunca ¿Qué hacer? Abrazar a los amigos ¿Para qué? ¿Tenía algún sentido?
Me senté y en cuestión de segundos mi memoria fue un carrusel de recuerdos de aquellos años de 1980, 1981,1982 y 1983 ¡Han pasado tantos años!
Me quedé absorto y sin darme cuenta llegó mi compañera a relevarme en el módulo, era la hora de comida. Me levante y salí de la oficina.
Camine hacia la tienda, camine y compre un refresco y unas galletas, cuando volví a la oficina, vi a Arturo ayudar a su padre a subir a su auto. Por un momento quise correr y abrazarlos, desistí al final. No tenía caso.
¿De qué podíamos hablar? ¿Qué teníamos hoy en común? Habían pasado 41 años de haber sido compañeros. Ambos ya no éramos los jóvenes de entonces ¿Volver al pasado? No, no tiene ningún caso. El presente me absorbe.
Encendió su auto y emprendió la marcha, vi alejarse a mi amigo y a su padre, así vi como parte de mi pasado se iba alejando por segunda vez en mi vida. Para poder ser el joven de hace 41 años tenía que volver a tener 15 años de nuevo…algo imposible…

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *