La Pasión y Muerte de Jesús Según Los Evangelios Apócrifos.
- Luis Román –
Yo no hablo de venganzas ni de perdones;
El olvido es la única venganza y el único perdón.
Fragmentos de un Evangelio Apócrifo.
Jorge Luis Borges
I
Independientemente del credo religioso que cada uno de nosotros profesemos. Nadie en su sano juicio puede negar la trascendencia histórica, literaria, poética, filosófica y religiosa de la Biblia (El Libro de los libros).
La religión Judía tiene como libro sagrado La Biblia, de hecho el premier de Israel, Benjamín Netanyahu; ha declarado que no sólo en Israel; sino en todo el mundo su lectura debería de ser obligatoria para los niños a fin de erradicar la maldad y el robo.
Los cristianos ortodoxos, los protestantes, católicos y todas sus derivaciones y sectas que creen en Jesús tienen en común un libro sagrado. Muy lejos, incluso, los musulmanes en el Corán (El Libro) retoman muchos pasajes de la Biblia en sus dos partes. El antiguo y nuevo testamento.
La Biblia contiene 66 libros, divididos en el Antiguo y el Nuevo Testamento. En el Antiguo Testamento hay 39 libros, mientras que en el Nuevo Testamento hay 27 libros.
Desde San Agustín de Hipona hasta Santo Tomás de Aquino, Miguel de Unamuno, por mencionar sólo algunos filósofos. Hasta François Muriac, William Faulkner, Vicente Leñero, Jorge Luis Borges y García Márquez siempre tenían un consejo para los jóvenes escritores: leer la biblia.
Pero no siempre existió la Biblia – Es tema de otro artículo – lo que nos interesa no es hablar sobre este “Libro Cojonudo” diría García Márquez; sino de los textos que no fueron incorporados a ese gran libro de libros.
La Iglesia Católica decidió no incluir ciertos textos que por su extensión, su argumento y la forma en que presentaban a Jesús y a su historia; simplemente rompían con el esquema de la Biblia.
II
Los evangelios apócrifos o extra canónicos son los escritos surgidos en los primeros siglos del cristianismo en torno a la figura de Jesús de Nazaret que no fueron incluidos ni aceptados en el canon del Tanaj judío hebreo-arameo, de la Biblia israelita Septuaginta griega, así como tampoco de ninguna de las versiones de la Biblia usadas por distintos grupos de cristianos como la Iglesia católica, la Iglesia ortodoxa, Comunión anglicana e Iglesias protestantes. Entre esos escritos se encuentran los Manuscritos de Nag Hammadi.
El término apócrifo (griego: από ‘lejos’, κρυφος ‘oculto’; latín: apócryphus), que originalmente significaba “ocultar lejos”, y luego fue derivando en “oculto, obscuro”, ha sido utilizado a través de los tiempos para hacer referencia a algunas colecciones de textos y de escritos religiosos sagrados surgidos y emanados en contextos judíos o cristianos. Con él se califican una cantidad de libros que las Iglesias cristianas de los primeros siglos no reconocieron como parte de la Sagrada Escritura, pero que se presentan con nombres o características que los hacen aparecer como si fueran libros canónicos.
A los evangelios apócrifos se les dio el nombre de evangelios por su aspecto, similar al de los cuatro evangelios admitidos en el canon del Nuevo Testamento. Sin embargo, difieren de los evangelios hoy llamados «canónicos» en su estilo y en su contenido, y fueron abrupta o progresivamente desestimados por las comunidades cristianas para el anuncio de la «buena noticia» (significado etimológico del término «evangelio»).
III
En 1991 Editorial Porrúa publicó ‘Los Evangelios Apócrifos’ (1991). Una verdadera joya literaria, filosófica y filosófica al alcance de todos en su Colección Sepan Cuantos.
De dicho texto rescato los siguientes relatos:
IV
En su salida hacia Egipto, María, José y el Niño Dios, cruzaron el desierto por la noche. Sólo la luna iluminaba su camino, no se dieron cuenta de que detrás de unas dunas, se resguardaba una banda de ladrones. Eran doce, diez de ellos dormían y dos estaban al alba por si cruzaba el camino un forastero, para asaltarlo. Uno de ellos, vio de lejos a la sagrada familia, y le comentó a su compañero “! Anda despierta a los otros, ya cayeron estos ingenuos!”. Mientras sacaba de sus ropas una daga y daba a su amigo un filoso cuchillo.
El otro hombre, lo miró y dijo “!Eres un bárbaro, no ves que traen un niño en brazo”!.
“¿Y eso qué nos importa? No es mi problema”.
“! Por Dios, no lo hare, antes les diré que se vayan de aquí!”
“! Tú que les avisas y yo que te tasajeo como carne seca!”. Tan luego dijo esto el hombre, el otro, corrió hacia la sagrada familia, y los ahuyento “! Váyanse de aquí! ¡Tú hombre vete con tu familia!! No ves que estas tierras son de ladrones!”. María lo escuchó y dijo a José “! Hazle caso a este hombre!”.
Transcurrieron 33 años. Cuando Jesús estaba crucificado, entre dos ladrones, uno de ellos, se burlaba de él “! Si eres hijo de Dios sálvate y ayúdanos!”, le gritaba. El otro, lo oyó y gritó “! Cállate, ni en la hora de nuestra muerte dejas de ser grosero. Jesús, yo creo en ti, ahora que estés en el cielo acuérdate de mí!”
Jesús sangrando por todo su cuerpo, volvió la mirada al ladrón que creía en él, hasta en el último momento de su vida. Y dijo “! De cierto os digo que estarás conmigo en el paraíso, tu respetaste la vida de mi madre y padre hace años. Hoy yo te salvare de la muerte!”.
Dimas, el buen ladrón alcanzó el perdón de nuestro Señor, no en la cruz, sino desde esa noche que impidió que asaltaran a la Virgen María.
V
Días después de la muerte de nuestro Señor Jesucristo. Pilatos piensa que ya se había librado de problemas de los judíos. Sin embargo, recibe un mensajero del Emperador Augusto, éste llevaba una carta que decía así:
“Cónsul Pilatos: Recibe de Roma un abrazo. Asimismo, te pido ordenes de inmediato a tu gente, envíes al médico judío que cura a los enfermos, devuelve la vista a los ciegos, resucita a los muertos, multiplica los panes y detiene las aguas furiosas del mar. Mi amada esposa, se encuentra enferma y nadie en Roma ha podido sanarla. Tiene la sangre podrida dicen los médicos de mi corte. Y la fama del nazareno ha llegado a mi palacio. Por lo cual te ordeno de inmediato hagas todo lo posible para que el médico llegue a mi Palacio…”
Pilatos al leer la misiva, guardo silencio, dio vueltas, el mensajero esperaba. Y sin gesto alguno, respondió “! Dile a Augusto, que Jesús, el médico que me pide lo lleve a Roma, ha sido crucificado por Herodes y su pueblo hace apenas unos días!”
El mensajero lo miró y respondió “¿Y no hiciste nada por salvar la vida de un médico que sólo sanaba a los enfermos? ¿Dónde estabas? Al César no le gustará escuchar esa respuesta tuya. ¿Y su cuerpo? ¿Su vestimenta? ¿Dónde están? Quiero ver su cuerpo, llévame a su tumba?”
Pilatos, palideció y comenzó a trasudar, “! Jesús subió a los cielos. Al tercer día de su muerte en la cruz, mis soldados fueron testigos de su ascensión!”
El mensajero no tardó en llevar preso a Pilatos ante Augusto, el viaje a Roma fue penoso para el Cónsul Romano. Atado, sin comer, vejado. Una y otra vez pedía a Jesús su ayuda.
Al llegar a Roma, Augusto escuchó la historia de Pilatos. Justo ese día la esposa del Emperador Romano murió. Fue tal la rabia de Augusto. Que ordenó el destierro de Pilatos hacia el desierto del Sahara. Donde se le abandonó, sin agua, sin ropa, camino desnudo. Nunca más se supo más del hombre que por miedo, no quiso salvar la vida de Jesús. El Médico que sanaba enfermos, pero que prefirió la política.