Por. Luis Román

Reportaje al Pie de la Horca.
(2º. Parte)

“¿Cómo está construido
El hombre que
Puede soportar lo insoportable?
Julius Fucik


Julius Fucik escribió su reportaje en las pocas horas que tenía para hacerlo, en medio de la oscuridad y entre las golpizas que la Gestapo le proporcionaba. Sin embargo, aún dentro de estos dementes, había gente que le reconocía su fuerza y le pedía seguir escribiendo.
“¿Quien puede forzar al pensamiento a permanecer sentado o en posición de firmes?” (Ibíd. 51). Se preguntaba el periodista. Nada detiene a quien piensa, a aquellos que todo interrogan y desean dejar testimonio de lo brutal que es su época. El silencio y el terror son los mejores amigos de las dictaduras. La palabra y el pensamiento hermanos de la crítica.
“¿ Cuántos siglos necesita el hombre para abrir los ojos?” (Ibíd. 53). Los dictadores y las masas contraen nupcias mientras encuentran culpables, en eso se basa, su luna de miel. Los pueblos se equivocan. ¿Acaso el pueblo alemán que amó e idolatró a Hitler no se equivocó?
Cada mañana es una esperanza de vida, la noche de tortura ha quedado atrás. Un día ha nacido “El mundo resucita encantado en las bellas mañanas” (Ibíd. 54). Un preso detenido por la Gestapo, sabia que no saldría con vida de la cárcel, pero eso no importaba. Lo importante era en ese momento, no la hora de la muerte. Sino el apreciar los rayos del sol. Saber que pese a todo se tenía un día más de vida.
El totalitarismo alemán fue brutal, después de Auswicht el mundo debe de avergonzarse ha escrito Gunter Grass. Tanto odio destilado, tanto saña, tanta humillación no pueden quedarse en el olvido “Podemos imaginarnos cómo viviremos, si nos encontramos después de todos estos sufrimientos? ¿Seremos los mismos?” (ibíd. 55).
La violencia llega a tal grado en la cárcel, que hasta se llega a familiarizar con los nombres y actitudes de sus verdugos. “Federico, “El Carnicero”, es cruel, su pasión son las muertes de los detenidos. Nunca ha declarado a nadie inocente, quien traspasa el umbral de su oficina es culpable desde que nació. Le gusta comunicar a las esposas de los presos que han muerto en sus manos” (ibíd. p. 56).
La cárcel es una institución sin alegría. La vida de los presos tiene dos caras, una que viven dentro de sus celdas después de ser torturados y la otra, cuando son sacadas de ellas para que el “ Carnicero”; por puro gusto, los torture.
Cada día que muere y que nace, es un milagro. Pero no hay esperanza. No hay noticias de nada. Sólo amenazas, golpes, torturas, frío. La muerte ronda en cada momento, Julius Fucik escribe, presintiendo su fin “Han pasado 411 días, estoy todavía vivo ¿ Pero cuanto tiempo más me queda? Sé que tarde o temprano me mataran. Y ya no tendré ocasión de escribir, he aquí mi último testimonio. Un trozo de historia del que soy; sin duda el último testimonio vivo de mi vida” (Ibíd. p. 60).
El 7 de septiembre se le lleva ante el verdugo, ahí se le da a conocer que al día siguiente, por la mañana será ahorcado. Lo regresan a su celda, Rodolfo Kolsk, el guardia que le ha proporcionado hojas y bolígrafo, le lleva un trozo de pan y café. El halcón negro, lo mira, le promete hacer llegar sus notas a sus amigos del partido comunista o a su prometida.
Fucik lo abraza, ironías de la vida y la historia. Un ario y un comunista han logrado establecer una buena amistad. Después, escribe sus últimas notas “Siempre hemos contado con la muerte. Lo sabemos ¡Caer en las manos de la Gestapo quiere decir el fin! Mi juego se aproxima a su fin. Ya no es un juego, es la vida, y en la vida no hay espectadores. El telón se levanta. Humanidad los he amado” (Ibíd. 70).
Fucik no duerme, repasa su vida y maldice la época que lo tocó vivir. A las 6 de la mañana del 8 de septiembre de 1943, Kolsk lo levanta, y el periodista le entrega enrolladas, sus últimas notas y reflexiones que el alemán guarda en su chaqueta negra. Promete guardarlas y entregarlas a quien deba divulgar este testimonio de muerte de un periodista que nunca dejo de escribir y denunciar a un régimen bárbaro y brutal. Ni aún los golpes de la tortura, el frío de la celda o el hambre han impedido que encarcelar el pensamiento y la pluma de Fucik.
Kolsk vuelve a abrazar a Fucik, llegan los verdugos. Lo conducen por el pasillo de las celdas, bajan escaleras y llegan al patio de la cárcel. Ahí está la horca, le atan las manos, lo suben al banco de madera. El verdugo, coloca la soga en su cuello. Es la última vez que mira el cielo y sus nubes, el sol apenas despunta. Luego, todo es desesperación, los verdugos ríen y hacen bromas. Todo es oscuridad. Ha muerto.
Kolsk entregara a los amigos de Fucik las cuartillas y cuadernos, él no ha tenido tiempo de leerlas. Se publicaran hasta 1950 en Francia. Desde entonces significan el mejor testimonio de un periodista que nunca dejó de escribir aún en las peores condiciones de vida que puede soportar un ser humano.
“El tiempo hambriento arranca las últimas bocanadas del pequeño trozo de mi vida” (Ibíd. 48) escribió Fucik. No, el tiempo ha inmortalizado sus líneas. Existe en el tiempo Reportaje al Pie de la Horca. Es eterno ya.
En 1958 la Organización Internacional de Periodistas determinó que el 8 de septiembre, sería declarado el día internacional del periodista, en honor a Julius Fucik, quien pese a haber estado preso, no dejo de escribir y denunciar las atrocidades que los nazis ahí cometían.

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