Luis Román

“Hay otra mujer,
Eso no significa que
Te ame menos.
Solo que un vacío en mí
Que sólo ella
Puede llenar…”
I
Así como entre mujeres, pueden decirse sus verdades y herirse; pero no matarse. Entre los varones ocurre algo similar. Somos poco expresivos y muy desconfiados, nos medimos por lo que hemos tenido y poseído: bienes, títulos, mujeres, o conocimientos. Lo espiritual queda rezagado.
Pocas veces reconocemos frente a otro varón que estanos perdiendo algo, siempre mostramos seguridad.
Don Horacio es un hombre entrado en años “! Cumplí 70 años!” se pavonea orgulloso, y en verdad el tipo los oculta bien. Se conserva delgado, corre, y dice no ser adicto al alcohol y al cigarro. Cuando me encuentra en los pasillos de la universidad, me saluda, es uno de los conserjes. Siempre trae una sonrisa en los labios. Alto, atlético, calvo, viste siempre pantalones de pinzas, camisas de manga larga y chalecos. “! Mi abuelo era cubano…De la mismísima isla, antes de Fidel!”
Nos saludamos y respetamos, a veces me ofrece una botana, pero siempre el hombre es agradable. Era viernes hace unas semanas. Nos encontramos en los sanitarios. “! Qué hay Profesor!” me dijo.
– “! Ya para salir! ¿De aquí a dónde Don Horacio? ¡Hoy toca, acuérdese ¡ – rió –
– “! Cállate bárbaro! ¡Perdón profesor!”
–
– “! No se fije, dime de tu, tu eres Horacio y yo, Luis!”
– “ Gracias…! No! Hoy voy al Salón Hidalgo, ¿Lo conoces?
– ¿Con su esposa?
– ¡No!…Mira Luis, llevó 33 años de casado, felizmente con mi esposa, tengo tres hijos, dos varones y una mujer. Tres nieto…pero ¿sabes? Encontré una mujer, que me llena, me siento libre con ella, me da paz…me dice que soy un caballero, que me ama…me dice palabras que ya nunca había escuchado de una mujer…los viernes vamos a bailar, echar la copa y si se puede ¡ya sabes! ¡un hotelazo!
– ¡Esta bien Don Horacio, lo importante es vivir! Deja de sonreír, se pone serio, me abraza y me dice con la reflexión de un padre
– ¡No sé si sea natural Luis…nosotros los hombres al igual que las mujeres necesitamos de vez en cuando estar con alguien distinto a nuestra esposa!…Con esta Bertha, así se llama mi novia, me siento bien. Me alimenta, me hace estar vivo, me da ilusión. Tú sabes…lo necesitamos, las necesitamos. Me suelta, y sale del sanitario, entre apesadumbrado y sereno.
II
Pasan los días, es casi final de semestre, los jóvenes están más que nunca apurados por aprobar exámenes. La biblioteca está atiborrada, así como el centro de fotocopias. Los pasillos de la facultad es un ir y venir de jóvenes.
Es viernes, no he visto a Horacio, desde hace algunos días, voy a la cafetería a comprar un refrigerio. Las clases a veces pierden su encanto, hoy sólo leer y escribir. Terminas escribiendo por dinero, y eso te hace ser más especial. Eres escritor y aparte vendes lo que escribes.
Me siento, y me dispongo a tomar mi refresco, veo pasar a Horacio, con sus pasos lentos. Ya me vio, se para frente a mí “! Hola Luis! ¿Puedo sentarme?” – Digo que sí –
Saca de su morral un refresco, bebe y habla, pregunta y cuando me toca a mi, cuestiono
-“¿Hoy no hay baile Don Horacio?”
– No hoy no.
– ¿Y eso?
– Hoy Bertha invitó a mi mujer a tomar café
– ¡A chinga! ¿Cómo está eso? ¿Se conocen?- Horacio me mira y dice apenado
– ¡Soy una mierda!…Bertha es mi vecina, amiga de mi mujer…y luego salen a dar la vuelta…! Que quieres! ¡Uno es débil!…No te creas cuando he estado con Bertha en el salón de baile, en el hotel…cuando me estoy vistiendo, me digo que soy un asco de hombre ¡Soy un cabrón!…!pero no podría dejarla! ¡Ni mucho menos decirle la verdad a mi mujer!! Somos unos cabrones los hombres!
Se levanta y se da media vuelta sin despedirse, el doble amor duele a veces.