(3º Parte)

*Luis Román

Escritor y Columnista


¿Con qué esto
Es la vida?
¡Venga Otra vez!
José Gaos.

I
Gaos se sintió anacrónico en el mundo y tiempo que le tocó vivir. Era un mundo que no le interesaba.” Se sentía arrinconado, inadvertido. Donde la juventud se agitaba confuso y las masas en la miseria. Donde su obra sólo podía tener interés para él” (Ibíd. p. 78)
Era la década donde Sartre escribía “El Existencialismo es un Humanismo”; Karel Kosik “Dialéctica de lo Concreto” , Che Guevara “ El Socialismo y El Hombre Nuevo”, Marcuse “El Hombre Unidimensional”, Adolfo Sánchez Vázquez “Filosofía de la Praxis”, Erich Fromm “ El Concepto de Hombre en Marx”
Gaos padecía un individualismo solitario. Se hizo cada vez más introvertido. Y fue fallando su corazón. Académicamente lo había logrado todo. Era profesor emérito por UNAM, compro una residencia en el lujoso fraccionamiento Lomas Quebradas en la Delegación Magdalena Contreras. Y el Colmex era bien recibido.
Pese a las recomendaciones de los especialistas, siguió laborando. Vino un primer infarto en 1967. La única persona que lo vio y cuido fue su ama de llaves. Le costó siempre trabajo relacionarse con mujeres, no eran importantes para crear filosofía pensaba.
En sus confesiones escribió “A los 63 años siento necesidad de dar gracias a Dios por estar vivo. Gracias por permitirme llegar a los 64. He cumplido 66 y no me atrevo a pensar y esperar los 67 años. Es un milagro y he cumplido 68 años” (Ibíd. p. 123)

II
El primer infarto lo hizo estar internado en el hospital de cardiología. Esto le hizo pensar en la muerte y sobre todo acercarse a Dios. El mismo aceptaba que diario oraba y pedía a Dios más tiempo para escribir su obra. Eso era lo más importante.
Gaos termino refugiándose en Dios, quizás no en Jesús, pero si en Dios. Después de pasar años tratando de deducir lógicamente la verdad del mundo y la vida. Terminaba siendo un simple creyente.
“Los humanos que no han creído o no creen en la inmortalidad del alma, no se aman tanto como concebirse inmortales” (ibíd. p. 127)
Gaos no quiso jubilarse, y las propias autoridades de UNAM y Colmex lo invitaban con la posibilidad de poder seguir escribiendo. Pero no hizo caso. El 18 y 19 de febrero de 1969 tuvo otro infarto, fue a dar a cardiología. Pero salió bien.
Salió de su casa el 10 de junio de 1969, a las 11 a.m. para ir al Colmex donde impartía cursos los martes y jueves. Ese sería el último de su vida, murió de un infarto a las 7 p.m. minutos después de firmar el acta de un examen profesional de uno de sus alumnos.
Cayó de la silla donde estaba sentado como presidente del jurado, los asistentes trataron de reanimarlo, llamaron a los servicios médicos. Gaos murió en la desesperación de no poder respirar, cayó desmayado y no soltó el bolígrafo con el que acaba de firmar.
Desde entonces, la leyenda del maestro abnegado, sacrificado y responsable nació. Hoy acaso 58 años de su deceso la pregunta es ¿Valió la pena morir de esa forma?¿ Hoy hasta dónde su obra puede ser rescatada y leída para comprender el mundo de hoy? ¿Puede existir un filosofo que de la espalda al mundo, cerrar los ojos y pretender encontrar la explicación a a través del pensamiento puro?¿ Hasta dónde quienes dicen haber sido sus discípulos y seguidores realmente lo entendieron?

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