
(3º parte)
Mi hermano, da todo por mi bien,
Mi hermano, va siempre junto a mí
Y cuando la paz termina en mi vida,
Él hace que ría y olvide mí mal,
Mi hermano, mi hermano.
I
Todo comenzó el domingo 8 de septiembre. Juan los domingos, se levantaba temprano, hacía el aseo, iba a desayunar carnitas o barbacoa. Regresaba arreglar a los loros de mi madre y a sus pajarillos, a las tortugas y a darle croquetas a los gatos.
Era su costumbre irse por la tarde al tianguis de la San Felipe, desde las 3 pm hasta las 9 pm. Compraba lociones, CD – es un romántico de la música – y allá a veces se bebía una michelada. De regreso, compraba un pollo rostizado para él y sus 8 gatos.
Después de las 7 pm, todos los gatos, estaban esperando en el zaguán, al abrir la puerta, todos se le lanzaban y él, comenzaba a desmenuzar el pollo. Era un día de fiesta para los michis.
Pero ese domingo, fue la excepción. Vi que salió, Juan es muchas veces hermético, callado y solitario. Ese día regresó a las 6 pm. ¡No se veía bien “! ¡Espérense!” les dijo a los gatos.
Se metió a su habitación, y no salió. Pensé que tal vez los tragos lo habían dormido. No le pregunté nada. Nos fuimos a dormir.
II
Al día siguiente, lunes, mientras alistaba a Reyna para ir a la secundaria. Lo vi cambiando la arena de sus gatos. “! Ayer ya no te dije, me sentí raro. Sentí mareos, y cómo que me faltaba el aire al respirar. ¡Mejor me regrese!”
¡Fue el comienzo!, le comenté “! ¡Por qué no vas al hospital!” me ignoro. Pasaron los días y me decía que sentía que le faltaba aire. Pese a eso, no dejo de usar su bicicleta, de picar la fruta para los cuervos, las ardillas. Ir a caminar, andar de aquí para allá. Ir por Reyna a la escuela.
Fue con unos quiroprácticos, lo sobaron, y sintió cierto alivio. Pero 6 o 7 sesiones y nada. En masajista fue honrado “¡jefe, mejor vaya al médico. ¡Esto ya no es normal!”
Las tardes comenzaron a ser el estar sentado, recostado y no salir. Ya no pudo subir las escaleras. Me pedía subir por el arenero de los gatos. ¡Volví a insistir “! ¡Ve al médico!”
¡A veces se enojaba, y le respondía “! ¡No me gusta verte así!”. A veces se sentaba a la mesa a platicar o comía con nosotros. Pero ya no era el mismo.
Comenzó adelgazar, y palidecer. Un día si aceptó que le inyectara para el dolor. “! ¡En las noches me duele el hombro, y me pongo los rayos infrarrojos!”
Yo le avisaba a mi hermana de lo que pasaba, y ella se lo comentó a Francisco. Él decidió venir a verlo y convencerlo. Pensó que no lo lograría, ese miércoles 16 de octubre, Juan accedió, ya usaba muletas.
El viernes 23 tenía cita en la clínica del ISSTE, lo llevo Gloria, el médico familiar al verlo, le dio de inmediato un pase al hospital. Al llegar al mismo, Gloria daba sus datos. Cuando los gritos y auxilios surgieron rasgado el ambiente. El corazón de Juan se había detenido.