Luis Román


(4º Parte)

I

Mi padre era un hombre alto, fuerte, seco en su trato. De manos grandes. Esa corpulencia la heredó Juan. A diferencia de que mi hermano, es noble. Es profesor normalista, desde siempre le gustaron los niños. Irónicamente, nunca se casó y tuvo hijos.
Ha sido un buen tío. Lo mismo convivió con Marco Antonio – Hijo de Gloria -, Con Enrique, Carlos y Bruno – Hijos de Enrique -, con Gina y Rafael – hijos de Jorge – y con Reyna.
De joven fue inquieto, fue maratonista – corrió al menos cinco -, y sobre todo un artesano. El CONAFE y las entonces delegaciones en el mes de diciembre, lanzaban una convocatoria para las mejores piñatas.
Juan con esas manos grandes y toscas, diseñó y creó una piñata de puro papel periódico con la figura de un anafre o brasero, de un guajolote, para cada una de estas instituciones. La sorpresa fue que ganó el primer lugar.
De igual forma fue un asiduo lector como lo he comentado. Leía 6 o 7 libros a la semana. Jamás pude igualarlo. Estudiaba en la Universidad Pedagógica Nacional y al salir de clases, se iba a dar clases.
En una ocasión, esperó un camión frente a un Bancomer, traía una enorme mochila. La policía judicial entonces, pasó, se detuvo y con prepotencia, dos o tres agentes, lo rodearon. Se identificaron y le pidieron abrir su mochila, pensando que dentro de la misma, había armas o dinero.
Cual va siendo su sorpresa al ver un montón de libros, buscaron y rascaron y sólo había libros, y más libros.
Juan se inscribió al “Círculo de Lectores”; tenía una gran necesidad de leer y aprender. Los sábados lo acompañaba a comprar un libro o simplemente visitar librerías como “El Sótano” cuando en verdad era un sótano frente al Hemiciclo a Juárez, Porrúa de la Calle de Argentina, la vieja librería Madero y muy ocasionalmente Gandhi en Miguel Ángel de Quevedo.
Quien lee termina por escribir. Y así sucedió, Juan participó en el Premio Internacional Casa de las Américas de Cuba, con una novela que escribió en su vieja máquina Olivetti de color verde. “Estampas Intermedias: Ni Pobres Ni Ricos”, una obra de más de 200 páginas.
Y dos borradores más de una obra de teatro y un libro de cuentos. Juan se formó en las bibliotecas, no hubo una en la ciudad de México, que no la hubiese visitado.
Juan es de esos hombres que no puede estar quieto. Es inquieto, incesante. Le dedico su tiempo y su vida a mi madre. Y hoy, ella lo cuida para que se recupere. Y vuelva pronto a andar por sus caminos.

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