📍Los Angeles California| 1 Noviembre 25
Un jonrón en la undécima entrada selló el sueño azul: Los Ángeles celebra el bicampeonato después de una noche de puro corazón
En un juego que quedará grabado en la memoria del béisbol, los Dodgers de Los Ángeles levantaron de nuevo el trofeo de la Serie Mundial tras vencer 5-4 a los Toronto Blue Jays en la undécima entrada del séptimo y definitivo encuentro. Fue una noche de nervios, esperanza y fe, donde el equipo angelino volvió a demostrar que su grandeza no solo se mide en estadísticas, sino en carácter.
Will Smith, el héroe inesperado, conectó un cuadrangular que silenció al estadio y encendió las almas de millones de aficionados. Con ese batazo, los Dodgers rompieron el empate y se encaminaron a una victoria que los consagra como el primer equipo en 25 años en ganar títulos consecutivos de Serie Mundial.
“Esto no fue solo un juego, fue una guerra de corazón”, dijo Smith, visiblemente emocionado, mientras abrazaba a sus compañeros entre lágrimas y confeti azul.
El camino no fue sencillo. En la novena entrada, los angelinos parecían al borde del abismo. Toronto ganaba 4-2 y la esperanza se desvanecía, hasta que Miguel Rojas apareció con un jonrón que empató la pizarra y devolvió el alma al equipo. Desde ahí, cada lanzamiento fue una batalla, cada jugada una prueba de fe.
En la undécima, el destino tomó forma de slider y de un swing perfecto. Smith la mandó al otro lado del muro, y el dugout estalló. Yoshinobu Yamamoto, con serenidad japonesa y nervios de acero, cerró la puerta en la parte baja. Al último out, los brazos se alzaron al cielo.
Los Dodgers lo hicieron otra vez.
Campeones por segunda vez consecutiva.
Campeones del coraje.
Los fanáticos en el Dodger Stadium y en todo el mundo lloraron, gritaron y cantaron. Algunos recordaron la sequía de títulos que duró décadas antes del resurgir de esta nueva era dorada; otros, simplemente, abrazaron la alegría del momento.
“Este equipo tiene alma. Peleamos hasta el final porque eso es lo que significa ser un Dodger”, dijo el manager Dave Roberts, mientras sostenía el trofeo con las manos temblorosas.
La dinastía azul vuelve a reinar. Y más allá de los números, esta victoria deja una enseñanza: en el béisbol —como en la vida— los milagros se construyen a base de paciencia, fe y un swing en el instante perfecto.
(Con información de AP, NY Post y Reuters)