(2º Parte)
Siempre hay algo peor
Una cárcel dentro de
La cárcel:
El apando.
I
La cárcel es ese espacio forzoso donde los delincuentes llegan a un ligar con nuevas reglas y mandatos, distintos a los de la calle o el barrio. Donde hay otros hombres o mujeres con peores historiales criminales. La organización de los penales da permiso para que los mismos presos y no los custodios controlen y regulen la asignación de los presos a sus dormitorios, de acuerdo al perfil criminal previamente elaborado por el personal de psiquiatría. Hasta el ingreso de los familiares o los defensores de los presos.
Dice Payá “la prisión es un espacio que impone una convivencia forzosa entre personas. El carácter obligatorio se observa en la falta de privacidad y el constante entrelazamiento de los prisioneros” (Ibid. P.139).
Se llega a la cárcel y los lugares ya están ocupados, y siempre saturados. En los dormitorios que son para 6 u 8 personas, viven 16 o 20 presos. Cada espacio, pasillo o rincón va a tener un costo económico.
Hacinados, no existe ni privacidad ni intimidad. Todos miran, todos observan. Nada es de nadie. Se teme por el robo de las pertenencias, y hasta del cuerpo mismo.
Allí se rompen valores como la vergüenza y el pudor, se diluye la privacidad bajo la interferencia del grupo. El fastidio y coraje germinan al ver día con día las mismas caras y cosas.
Los seres humanos en libertad buscan darle un sentido a su existencia a través de los otros. En la cárcel “Las relaciones que se establecen son de confrontación, de lucha, por defender un lugar, impedir la intromisión del cuerpo, del compañero que invade” (Ibid. P. 142)
II
Al ingresar los nuevos presos al reclusorio oriente de CDMX, son recibidos por las ‘Madres’ – presos que por su ferocidad o poder económico – designan el monto de lo que cada nuevo interno, tendrá que aportar a la cárcel.
Cuenta Payá “cada remesa de prisioneros que llega tiene que ser revisado y auscultado por ‘la madre’, quien los mira y pregunta:
– “¿Tú por qué vienes? ¡fraude ¡Quiero $ 10 mil pesos para la próxima visita, sino pobre de ti!
– ¡Tu vienes por robo a bancos!, para la siguiente visita quiero $ 40 mil y sino pobre de ti ojete.
– ¡Tu eres secuestrador! – ordenó darle una madriza, pero madriza – “¿Quién te protege guey? ¡Dime! ¡y dile que luego le digo cuanto me deposita y en que banco!” (Ibid. P. 173)
Los nuevos presos se enterarán de la nueva fauna de seres que viven en la cárcel:
1) Los Burros o Cheques, quienes cargan un muerto a cambio de dinero o droga.
2) Los erizos: la población más miserable económicamente hablando.
3) Los Padrinos: los narcotraficantes y ex funcionarios, que son privilegiados y entran a la extorsión.
4) Las Lacras: los multi reincidentes que a cambio de dinero pueden matar o declararse culpables de un homicidio en la propia cárcel. A estos “Todo les vale madre” pues toda su vida se la pasaran allí.
5) Los Tiernos: los primos reincidentes.
6) Los Petroleros: los narcomenudistas.
Esta jerarquía carcelaria es reconocida y admitida por la dirección del penal. “La madre” es el preso encargado de distribuir droga y decide con cuanto se extorsiona a cada preso. Él ordena a los custodios, a los jefes de limpieza del pasillo o fajina y al encargado del dormitorio.
“La cárcel organiza la extorsión y el reparto del botín entre el delincuente y el sistema penitenciario” (Ibid. 177)