¿A Dónde va el Alma Después de la Muerte?
(Una Visión Socrática).

Por. Luis Román


Hay que ser ciego o cobarde
Para resignarse a la peste.
La Peste
Albert Camus
I
Son días terrenales diría José Revueltas, días y meses donde hemos visto como el hombre que se sentía infalible, hoy está al garete frente a la enfermedad y la muerte. Los vientos de la miseria humana nos azotan.
Hemos visto morir o enfermar a muchos amigos y familiares, y frente a todo esto viene una pregunta eterna que siempre se ha formulado el hombre ¿A dónde vamos donde morimos?
Albert Camus en La Peste señala y resalta estos momentos de angustia “La peste tiene alguna acción benéfica ¡Qué abre los ojos, que hace pensar!” (Ed. Círculo de Lectores, 1980, Madrid, p. 87).
Leo el Diálogo escrito por Platón “Fedón o el Alma” (Ed. Bruguera, 1980, Madrid). Donde se relata en forma de diálogos, las últimas horas de vida de Sócrates, quien fue sentenciado a beber cicuta – un veneno mortal – por dos delitos: pervertir a los jóvenes y su ateísmo.
Sócrates a unas horas de morir reflexiona sobre la muerte, es un creyente de que al hombre lo integra un cuerpo y un alma.
– “¿Cómo se llama lo que nunca recibe ni recibirá la muerte Sócrates?
– Inmortal.
– ¿El alma muere?
– ¡Nunca, el alma es inmortal!” (Ibíd. p. 67).
La idea de que existe un alma que da vida al cuerpo, no es exclusiva ni del catolicismo ni del budismo. Es añeja, antropológica, y la primera manifestación planteada en forma filosófica, la encontramos en los griegos. En este caso, con Sócrates.
Sócrates afirma “! Tengo la firme esperanza de que existe algo más allá de la muerte. ¡Algo que espera y dará un mejor trato a las almas buenas que a las malas!” (ibid. 78).
¿Porque los hombres temen a la muerte? ¿No es acaso una tontería temer lo que no se conoce? ¿Habrá alguien que no tema a la muerte?
Para Sócrates, es el filósofo quien no teme a la muerte, porque está dedicado a la reflexión, y los hombres ignorantes temen a la muerte por el gusto y apego al cuerpo.
“El cuerpo constituye un obstáculo para el hombre. Nos llena de pasión, de deseo, de ilusiones, que obstruyen el camino a la sabiduría” (Ibíd. p. 89)
Los auténticos filósofos se preparan para morir y la muerte les parece no tan temible. “Cuando veas a un hombre afligido por morir, no se siente inclinado a la sabiduría” (Ibíd. 90)
II
¿A dónde va el alma después de la muerte, según Sócrates? Al Hades o especie de cielo. Ahí permanece hasta que Dios le da de nuevo la oportunidad de regresar a la vida en forma humana
“El Alma existe y sobrevive a la muerte. Cuando regresan a la vida, reconocen lo vivido” (Ibíd. pág. 86)
Ni Sócrates ni Platón llaman a esta nueva oportunidad de vida, reencarnación. Con el paso del tiempo, muchas otras doctrinas religiosas si lo mencionaran como una reencarnación.
“Las almas de los muertos están en alguna parte, donde renacen de nuevo” (ibíd. 93). El alma que ha cultivado la sabiduría y se ha comportado justamente, no muere. De ahí que más tarde Platón hablara del amor ‘puro’, ese que se profesa no al cuerpo del otro, sino al alma.
“El alma es divina y el cuerpo material” (Ibíd. 95) El cuerpo es el esclavo del alma. Uno ordena y el otro obedece. La sensualidad es cosa de los ignorantes, la sabiduría y templanza de los sabios.
Para Sócrates al alma es indestructible e inmortal. “El Alma no recibirá jamás la muerte y no morirá jamás”
Como vemos y recordamos, no es casual que muchas de estas ideas filosóficas, fueron adoptadas y adaptadas por los padres de la iglesia católica, San Agustín o San Tomás de Aquino, para ir configurando el discurso de la inmortalidad del alma en el mundo cristiano.
Es verdad el alma no muere, pero antes de eso Sócrates nos advierte:
I.- “Es necesario morir con alegría, permaneciendo tranquilos y siendo valientes” (Ibíd. 95) y
2.- “Si la muerte es emigrar a otro lugar donde están mis seres queridos que se han adelantado ¿Puede existir algo mejor? Si fuera cierto, deseo morir mil veces, pienso en mi vida y me resulta agradable pensar en la muerte (Ibíd. pág. 41).
Por mientras, según el filósofo griego hay que vivir con alegría. Sócrates pasó sus últimas horas en compañía de amigos, comiendo y bebiendo vino. No acepto lágrimas de su familia ni de sus discípulos. Al concluir su cena, bebió la cicuta, se recostó y espero la muerte. Sus ojos quedaron abiertos, como no queriendo dejar de mirar el mundo.
Concluye Platón “así fue la muerte de nuestro amigo y maestro, el mejor hombre de su tiempo, a quien no sólo se le considero el más inteligente, sino también el más sabio de nuestro tiempo” (Ibíd. p. 97).

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