*Por. Luis Román

“todo aquel que quiera
Salvar su vida, la perderá,
Y todo aquel que pierda su vida
Por causa mía y del evangelio
La salvará…”
San Marcos 8:31
I
Hemos visto que existen tres grandes maestros orales: Sócrates quien consideró que el fin último y primero de la vida, es ser feliz. Buda quien veía en el despego de las cosas y personas el camino a la felicidad. Vivir es estar en búsqueda de algo, todos venimos a cumplir una misión a esta vida.
Y un poco más atrás, no por carecer de importancia, sino porque él si escribió un libro sagrado – El Corán – , está Mahoma, el mensajero de Dios, quien veía un paraíso lleno de ríos de miel y leche, mujeres y todo lleno de felicidad para los fieles en Alá (Dios).
De la muerte se ocuparon y preocuparon los tres grandes maestros o iniciados. Para Sócrates, vivir es prepararse para la muerte. Para Buda es algo inevitable y tenemos la posibilidad de la reencarnación si hemos sido buenos. Mahoma la considera un paso a la felicidad eterna. Esta vida, es un tránsito de sufrimiento.
No pretendo sintetizar y escribir lo que ya muchos autores han dicho y abordado sobre Jesús y su idea de la muerte. Jesús no necesita interlocutores, ni quien lo parafrasee. Es el gran maestro y él, se defiende solo.
Estas líneas son sólo un borrador y un esbozo de un ensayo que pretende resumir la idea de la muerte en Jesús. Hoy que en estos días de pandemia, ésta se muestra como un hecho o fenómeno presente. Desde hace más de 60 días, en México y en el Mundo al final del día, las autoridades hablan y dan datos sobre la cantidad de muertes que el Covid 19 ha arrojado.
Desde el punto de vista religioso, teológico (De Dios), médico, ético, científico y literario. El tema de la muerte es hoy más actual que de costumbre.
Los ancianos comentan que antes de cerrar los ojos para dormir, siempre y en todo momento piensan en la proximidad de la muerte. Hoy esta preocupación está presente en todos y en cada uno de nosotros.
Vida y muerte conviven, se encuentran y discuten, y en medio de ellos dos, estamos nosotros.
II
Dice Jesús “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá” (San Juan 11: 25).
De todas las religiones existentes, así como sus profetas; el único que ha regresado de la muerte y ha resucitado es Jesús. Ni Mahoma ni Buda ni Sócrates se atrevieron a decir que regresarían de la muerte y resucitarían.
Jesús no sólo planteó una ética para sus creyentes “Ama a tu Prójimo, como a ti mismo”, o “Si te dan una bofetada, pon la otra mejilla”. El mensaje de Jesús buscó la hermandad, la paz entre los hombres. “Mi paz os dejo, mi paz os doy”.
Entendió “Que no sólo de pan vive el hombre”, y que “Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”. No negó la existencia de lo terrenal y lo espiritual. El hombre tiene la libre capacidad de vivir rectamente o de errar en su camino. Tiene el libre albedrío que Dios le dio.
Vivir es sufrir “Por eso quien desea seguirme, cargue su cruz y sígame”. Pero lo más importante y lo que causo revuelo y enojo en su tiempo, fue que él, no venía a dirigirse a los justos y rectos. Sino a quienes habían pecado: la adultera, el ladrón, el avaro, el hipócrita, el hombre malo. Pero bastaba arrepentirse de sus pecados y reconocer su palabra para alcanzar el perdón, aquí en este mundo.
“Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos serán verán a Dios. Bienaventurados los que buscan la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (José Luis Martínez, Hebreos, Cristianos y Roma, Ed. SEP, 1985, p. 65).
“Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos”. Quien actúa de acuerdo con sus enseñanzas, toma una actitud ética y moral acorde con las enseñanzas de Jesús. “Dejad que los muertos entierren a sus muertos”; lo importante es actuar con bien aquí. El más allá, existe, pero él estará esperándonos.
III
La única vez que Jesús menciona al Paraíso como morada de los justos, la realiza precisamente cuando está a punto de morir en la cruz, al decirle a Dimas, el ladrón que está compartiendo el mismo sufrimiento de la crucifixión y lo defiende de Gestas.
“De cierto os digo que hoy estarás junto a mí en el paraíso”. Jesús cree que la vida humana, del mundo, de la humanidad tiene un principio y un fin. Cuando llegue ese fin, será el día del juicio final. Dios padre y él, resucitaran a los muertos y cada uno recibirá la vida eterna.
Jesús habría dicho “El que guarde mis palabras, nunca verá la muerte”, aquel que cree y sigue sus enseñanzas es considerado un discípulo. “Si vosotros siguen mi palabra serán mis discípulos y conocerán la verdad”.
Quien muere no debe tener miedo a la muerte, no debe angustiarse a dejar esta vida de dolor y sufrimiento. Existe otra, donde está Jesús, y con él, nuestros seres queridos.
Quien haya aceptado el bautizo, haya creído en sus enseñanzas y haya aceptado el arrepentimiento de sus faltas en esta vida. Tiene asegurada la vida eterna.
“Porque por cuanto la muerte entro por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán todos mueren, en Cristo todos serán vivificados” (Corintios 15: 16).
La muerte en Jesús no es temor, es en parte tener la seguridad que detrás de ese abismo, de esa eterna oscuridad, de esa nada, de ese espacio incierto está él, y tarde y temprano nos reuniremos con nuestros seres queridos.