
“Llegó el instante de partir, yo a la muerte,
Y ustedes a la vida
¿Quién de los dos va a un mejor lugar?
¡Sólo Dios lo sabe!”
Sócrates
I
Mientras arreglo el montón de libros que hoy conforman mi biblioteca personal, cae “Diálogos” de Platón (Ed. Bruguera, Madrid, 1980). Lo tomo y abro, mis ojos encuentran “La Apología de Sócrates”. Vuelvo a releer algunos pasajes subrayados hace ya casi tres décadas, cuando fui estudiante de bachillerato. Las palabras y la idea de Sócrates me atraen como un imán, dejo de arreglar los libros, y me siento en el suelo.
¿Qué es la muerte para Sócrates? Hoy en este tiempo de pandemia, no hay ser humano que no haya pensado ¿Qué es la muerte? ¿Es normal temerle? El argumento de la apología de Sócrates es sencillo: Melito, Anitos, y Licón acusan frente al tribunal del pueblo al viejo filósofo Sócrates de 70 años, de haber pervertido a la juventud con sus enseñanzas. Para ellos, el anciano, no creía en Dios alguno y buscaba a los jóvenes para inculcarles malos pensamientos.
El tribunal lo halló culpable y lo sentencia a beber cicuta – un veneno mortal – a lo largo del diálogo, Sócrates se defiende y argumenta, siempre con valor y ética.
Sócrates dice “Me presento a este tribunal, a los 70 años de edad. Tengo familia, no nací de un roble o de una piedra; sino de un ser humano. Tengo 3 hijos, un adulto y dos niños pequeños. No los traje aquí para pedir clemencia, no sería honroso a mi edad hacerlo.” (Ibíd. p. 34)
Sócrates sabe que el final de su vida está cerca, ni así pierde la cabeza. No renuncia a sus ideas y señala “Ni en la justicia ni en la guerra conviene engañar para huir de la muerte” (Ibíd. pág. 36).
¿De que serviría renunciar a una forma de ser y de pensar? Y advierte “Me halló en el instante en que los hombres predicen mejor, porque se hallan cercanos a la muerte” (Ibíd. pág. 37).
El hombre que se sabe muerto mira y reconoce errores y aciertos en su vida. La valora y quizás la desprecia, o por lo menos a la ingratitud humana.
III
¿Qué es entonces la muerte para Sócrates el mayor filósofo de la antigüedad y aquel que al igual que Cristo y Buda no escribió nada, pero que, sin embargo, su pensamiento cambio el mundo de la filosofía antigua?
“El Morir es una de estas dos cosas: bien no ser, ni sentir, ni poseer nada o bien un cambio profundo, una trasmigración del alma” (Ibíd. pág. 40)
Quien muere deja en este mundo lo que ha poseído, nada se puede llevar. O bien es dejar esta vida y quizás pasar a otra mejor, sin sufrimiento ni penas de enfermedades y dolor. Sócrates dice entonces “Quizás se asemeja a un sueño, si es así, la muerte sería una ganancia extraordinaria” (Ibíd. pág. 40)
¿Porque entonces temer a lo que no conocemos? Esta forma de pensamiento no tiene fundamento. Quien conoce, sabe lo que ocurre. Quien desconoce tiene la ventaja del descubrir. Quien va a morir tendrá que descubrir. Bajo esta óptica, quien bien ha vivido abraza y bendice este paso a lo desconocido.
“Si la muerte es emigrar a otro lugar donde están mis seres queridos que se han adelantado ¿Puede existir algo mejor?” (Ibíd. pág. 41).
La vida no termina aquí, continua en otro lugar, la muerte es un cambio, una mudanza a otro lugar. Donde quizás nos encontremos con nuestros seres queridos ¿Por qué entonces temer a lo desconocido? “Si fuera cierto, deseo morir mil veces, pienso en mi vida y me resulta agradable pensar en la muerte” (Ibíd. pág. 42)
La gran angustia del hombre es el tiempo, ese gran enemigo que termina minando el cuerpo y la piel. Ese que transcurre y nos aplasta. Pero en la muerte el tiempo no existe “Todo el tiempo no es más que una noche” (Ibíd. p. 42).
Al final, el anciano y sabio Sócrates termina reflexionando ¿Quién tiene mejor y peor suerte? ¿Los que siguen viviendo o quiénes mueren? ¿Quiénes sufren más? “Llego el instante de partir, yo a la muerte, y ustedes a la vida ¿Quién de los dos va a un mejor lugar? ¡Sólo Dios lo sabe!” (Ibíd. pág. 43)
Si la muerte es un gran misterio, la vida misma es otro más grande ¿Qué nos depara en estos días de muerte?